Asuntos Económicos

 

por Rusty Priske

Editado y Desarrollado por Fred Wan

 

Traducción de Mori Saiseki

 

 

Doji Sesshu cloqueó en voz baja mientras comprobaba el manifiesto. Sus ojos se dirigieron al mercader que estaba ante él. “Estos precios son exorbitantes.”

El mercader bajó, con respeto, la mirada. “Mis disculpas, Doji-sama. Ahora mismo hay grandes privaciones en el campo. Hace que sea muy difícil obtener los objetos necesarios para luchar en una guerra. Os aseguro que os estoy ofreciendo los mejores precios posibles. Mi propio beneficio es muy pequeño, para servir mejor a la gloria de los Grulla.”

Sesshu sonrió con tristeza. “Estoy bastante seguro de ello. Entonces, ¿éstos son los mismos precios que estás dando a los Cangrejo?”

El mercader pareció ofendido. “¡Nunca vendería este tipo de cosas al Cangrejo, mi señor! ¡Sé que mis amigos son los Grulla! ¿Por qué pondría eso en peligro vendiendo a sus enemigos en tiempo de guerra?”

“Además, no querrías poner en riesgo tu mejor comprador, ¿verdad Gordito?” Aunque el mercader era conocido como el Gordito, sonaba más como insulto proveniente de la boca del samurai. “Ni siquiera estaría comprando esto si nuestros propios suministros no hubiesen sido destruidos. Por suerte tú estabas ahí para llenar ese vacío, ¿verdad?”

Gordito asintió. “Es como decís, Doji-sama.”

Sesshu asintió. “Haz que entreguen todo lo que has prometido y se te pagarán tus ridículos precios.”

El mercader volvió a asentir. “Gracias, Doji-sama. La entrega deberá ser por la noche, para evitar atenciones indeseadas.”

Los ojos de Sesshu brillaron. “¿Por qué, Gordito? ¿Hay algo que te has olvidado mencionar? ¿Quizás sean bienes robados?”

El mercader levantó las manos, intentando sofocar la ira del Grulla. “¡No, mi señor! En absoluto. Soy un empresario honrado. No comercio con algo que esté fuera de la ley. Es porque soy un honrado empresario por lo que necesito hacer negocios como este. Desde el cambio de liderazgo entre los magistrados, se han vuelto cada vez más activos en lo que llamas sus ‘investigaciones’. Constantemente nos detienen y registran, sin razón alguna.” La cara de Gordito mostró una mueca de dolor. “Creo que se les ordena vigilar bienes que son transportados a los Grulla. Para poder entregar los bienes, me veo forzado a dar ‘regalos’ a cambio del ‘favor’ de que se me permita seguir con mi negocio. Si esto continúa, me veré forzado a elevar los precios, y estoy seguro de que ninguno de nosotros quiere eso.”

Sesshu le miró de arriba abajo antes de decir, “Entonces tráelo por la noche. Si descubro que estás mintiendo, yo mismo te entregaré a los magistrados.”

 

           

Gordito caminaba por su almacén, observando las pilas de cajas, que estaban marcadas con un código que sólo él conocía. Una redada en estos momentos sería un desastre y últimamente había habido un aumento en la vigilancia. No estaría bien que encontrasen tanto producto en este almacén.

“¿Se hizo el trato, Gordito?”

El mercader se inclinó rápidamente cuando entró el fornido Mantis. “Está hecho, Yoritomo-sama.”

Yoritomo Utemaro sonrió. “Bien. ¿Has quitado todas las marcas León de los bienes?”

“Lo he hecho.”

“Bien hecho. No sería correcto que los Grulla o los Cangrejo supiesen de dónde eran sus suministros. ¿Has dividido las cajas en la forma en que te dije?”

Gordito ladeó la cabeza. “Lo hice, Yoritomo-sama, pero tengo que admitir que estoy confundido. Por petición vuestra, llegué a un trato con el Cangrejo que significaba un beneficio muy pequeño mientras que le decía lo mismo a los Grulla, aunque en realidad los precios dados a los Grulla eran bastante altos. A pesar de esto, me habéis ordenado que de los suministros de mejor calidad a los Cangrejo, mientras que debía dar los de peor calidad a los Grulla. Parte de este material es apenas útil.”

Utemaro miró al mercader. “Este material es para los ashigaru. A los Grulla no les importa el destino de los campesinos.”

“Bueno, parece que habéis tomado partido en su guerra.” Rápidamente añadió, “Esto no me concierne, nada más que cuando amenaza mi bienestar. Arriesgo mucho tratando a los Grulla así. Si descubren este engaño estaré en grave peligro.”

“Los Grulla estarán más interesados en su vergüenza si se demuestra que han sido engañados que en que sus ashigaru estén bien equipados. Se te está recompensando bien por ese riesgo, Gordito. Sé que estás sacando este tema sólo para intentar incrementar tus honorarios, pero no lo conseguirás. Si quieres tus koku, ahora y en el futuro, harás lo que se te pida.”

Gordito reprimió un suspiro. “Por supuesto, Yoritomo-sama.”

Utemaro frunció el ceño. “Y si los Grulla salen de sus cortes y torres y dicen que comprenden lo que es la fuerza, estoy seguro de que los Cangrejo les enseñarán lo equivocados que están. Y si nosotros ayudamos un poco en eso, los Grulla recogerán lo que su altiva actitud siembra.”

 

           

Shosuro Adeiko esperó un momento antes de hacer una señal con su mano a sus magistrados subordinados que estaban en las esquinas de los edificios. Esperó hasta que comprobó que éstos habían pasado la señal a los que ella no podía ver antes de abrir de golpe la puerta del almacén y entrar en él. “¡Bajo la autoridad del Campeón Esmeralda y los Magistrados Esmeralda, voy a revisar este lugar! No intentar huir, ya que hay samurai en cada salida.”

“¿Por qué debería huir? No tengo nada que ocultar.” Yoritomo Buntaro se dirigió hacia la magistrada, frunciendo el ceño.

“Tenemos razones para creer lo contrario.”

“Igual que las habéis tenido en las últimas semanas. Me parece que el Campeón Esmeralda no confía en los Mantis. Vuestras acciones parecen más para perjudicarnos que para verdaderamente investigar. Lo que estáis haciendo no es intentar mantener la ley. Meramente estáis acosando a honestos hombres de negocios.”

Adeiko sonrió en la forma en que una serpiente podría sonreír a un ratón. “Si hay honestidad aquí, es por casualidad, Yoritomo. Este es un lugar de negocios sólo porque vuestro negocio es la piratería y el contrabando.”

“Siempre ha sido la maldición de mi clan ser tildados con esas mentiras. Tenéis mi simpatía, magistrada. De verdad que la tenéis. Tenéis que estar perdiendo el tiempo persiguiendo estas falsas acusaciones contra mi clan, cuando en realidad sólo os habéis convertido en un brazo político. ¿Esperabais hacer algo constructivo cuando os convertisteis en magistrada?”

Adeiko hizo una señal a los otros magistrados. “Abrirlas todas. Sabéis lo que estáis buscando.”

Buntaro agitó su cabeza. “Os pediría que no rompieseis mucho en vuestra búsqueda, pero sé que mi petición sería ignorada. Todo lo que tengo en este almacén son legítimos envíos al León. Marchan a la guerra, por si no lo habéis escuchado. Ahora mismo tienen grandes necesidades.”

“Una necesidad que tú estás ansioso por llenar, ¿verdad?”

“¿Y por qué no?”

“Considerando que el anterior almacén Mantis en el que estuve esta mañana contenía suministros que se iban a enviar al Unicornio. Estáis vendiendo a ambos lados. Eso os hace unos especuladores de guerra, algo más bajo incluso que los mercaderes con los que os asociáis.”

“Porque la guerra es una plaga terrible de Rokugan, ¿verdad, magistrada?” Buntaro se rió secamente. “Venga, Shosuro-sama. La guerra es inevitable en Rokugan. La paz es sólo el tiempo para reagruparse. Nuestra sociedad se basa en la guerra. Y eso es verdad desde la parte más alta de la Corte Imperial, a los heimin más bajos. Dar los medios para participar en esa guerra no sólo es un buen negocio, es imprescindible para que el imperio funcione. Somos más vitales para Rokugan que los magistrados.”

Adeiko se mofó. “¿De las cortes a los heimin? ¿En qué punta te encuentras, Yoritomo?”

La ira apareció en la cara de Buntaro. “Hay límites, Shosuro.”

Uno de los otros magistrados se acercó a Adeiko y habló en voz baja. La dio un pequeño bulto. “¿Qué es esto? ¿Tabi?”

Buntaro sonrió. “Un ejército marchando necesita tener los pies calientes.”

“Pero estos están casi gastados.”

“Un ejército marchando debe aguantarse con lo que puede conseguir.”

“Me das asco.”

“Eso es una pena, Shosuro. De verdad creía que nos iban a convertir en amigos.”

Adeiko gruñó e hizo un gesto a los demás magistrados antes de girar sobre sus talones y abandonar el almacén.

 

           

Tsuruchi Etsui miró los tres grupos de papeles que tenía ante él. La luz de la vela se reflejó en su rostro mientras reflexionó durante largos minutos. Finalmente cogió uno y con cuidado lo prendió con la llama de la vela. Puso el papel ardiendo en el suelo y esperó hasta que no quedaba nada más que cenizas. Luego repitió el proceso con el segundo. Una vez que nada podía separar a ambos, barrió las cenizas y las metió en una bolsita, que llevó a una ventana abierta, donde esparció las cenizas al viento.

Una vez que se quedó satisfecho de que nada indicaba lo que había hecho, metió el tercer papel en su obi. Luego abrió, deslizándolo, el panel de shoji e hizo una señal a los dos samurai que pacientemente le estaban esperando, para que entrasen en su habitación.

“Informar.”

Yoritomo Utemaro habló primero. “Se ha hecho lo que habíais pedido, Etsui-sama. Hemos permitido que los Grulla financiasen los suministros, tanto los suyos como los de los Cangrejo, mientras que nos asegurábamos que recibían lo peor de esos suministros.”

Buntaro continuó. “Hemos hecho lo mismo para el León y el Unicornio. La ayuda Mantis se ha dado, ¿pero qué haremos cuando Grulla y León se den cuenta de lo que hemos hecho? No me puedo creer que permanezca en secreto durante mucho tiempo. Al menos con los Grulla tenemos a alguien interpuesto para negarlo, pero tras los recientes registros de los magistrados, no podemos pretender que los envíos León no provienen de nosotros.”

Etsui frunció los labios. “No debería importar. Si hemos ayudado al Unicornio a derrotar al León, su ira no debería importarnos. Y lo más importante, para cuando los León o los Grulla tengan tiempo para prestar atención a los Mantis, habrá un nuevo Emperador en el trono. Si es el Señor Naizen, nada que puedan hacer será una amenaza para nosotros. Y si no lo es, tendremos que ocuparnos de muchas cosas, dependiendo de quién se sienta en el trono. Esta no será nuestra mayor preocupación.”

“¿Y qué hay de Jimen? No hay duda de que nos presta atención. ¿Por qué? ¿Qué atrae la atención del Campeón Esmeralda?”

Etsui suspiró en voz baja. “He visto que alguna fuerza trabaja contra nosotros en este asunto. Parece que a Jimen le han dado alguna información describiendo algunas… inconsistencias en nuestros manifiestos de envíos. Quién es esta persona y por qué lo hace sigue siendo un misterio. Yo hubiese dicho que eran los Grulla, pero están ocupados en otras cosas.”

Utemaro gruñó. “Hemos evitado muchas veces los registros de los magistrados. Esta vez no será distinto.”

“Esperemos,” dijo Etsui. “Naizen-sama está ofreciendo algo de apoyo al Campeón esmeralda esperando desviar su atención. Se le ha ordenado a uno de mi familia, Tsuruchi Kazushi, que busque y destruya a cualquier pirata que opere por la costa. Todo en nombre del Campeón Esmeralda, por supuesto.”

Utemaro se rió. “Interesante. Pero Jimen no parece ser el tipo de persona al que se le pueda engañar fácilmente.”

“Jimen parece el tipo de persona que aprecie un engaño con tantas capas,” dijo Etsui. “Ya veremos como acaba todo esto. Si Naizen-sama cree que esto ayudará a apaciguar el asunto, ¿quiénes somos nosotros para ponerlo en duda?”

Buntaro se encogió de hombros. “Haré lo que se me ha ordenado. Sólo espero que si los León descubre lo que he hecho, alguien esté allí para ayudarme.” Agitó la cabeza. “No me gusta la idea de ser el que empieza una pelea con los León.”

“Los León empezaron esto,” le corrigió Utemaro. “Cuando empezaron a usurpar nuestras posesiones en Mura Sabishii Toshi, empezaron con esto.”

“Y los Mantis lo terminarán,” dijo tranquilamente Etsui.

 

           

Una vez que ambos Yoritomo se habían ido, Etsui miró por la ventana. Pensó en la nota que había salvaguardado y se preguntó si este Susumu podría lograr lo que decía y hacer que Jimen apartase la atención del Mantis.

Y lo más importante, al final ¿cuál sería el precio?