Día de Graduación

Shadow Academy

 

por Patrick Kapera

 

Traducción de Peter Banshee

 

 

Martes, 13 de Septiembre, 2004
1817 horas GMT (1:17 de la madrugada, hora local)
Cerca de Angkor, Camboya

 

Eddie Devonshire IV observó distraídamente el terreno que pasaba debajo de él, iluminado por la luz de la luna, y dejó que el movimiento del helicóptero le meciese suavemente de un lado a otro dentro de su arnés de cinco puntos. Su mente mezcló las imágenes de los últimos dos meses con los cuidadosamente memorizados mapas de la región por la que estaban viajando: Angkor, lugar de nacimiento del antiguo reino de Funan y cuna de la moderna fé Budista. Esta legendaria región parecía ser un pozo sin fondo de secretos históricos perdidos en el tiempo. También era el objetivo de una inmensa operación militar lanzada por Zhang Khan, amenaza mundial y dictador supremo de la Dinastía de los Nueve Tigres.

“Eh, Eddie, cuéntanos un chiste,” dijo Spoilsport, riéndose en su asiento. Dio una palmada a uno de la tripulación del helicóptero, entrenado por la RAF, que acababa de entrar en el compartimiento de pasajeros.

Bishop intercedió antes de que Eddie pudiese responder. “Guárdate eso, Sport. ¿Por qué no compruebas otra vez la munición?”

Que pena, pensó Eddie. Al principio no respondió porque estaba intentando elegir la mejor de las cinco respuestas que inmediatamente se le ocurrieron. Eso era para lo que le habían entrenado. ¿Esto? Esto era demasiado para él…

En silencio, Spoilsport se quitó el cinturón de seguridad y agarró los anillos montados en el techo, y se dirigió hacia la parte trasera del vehículo. El tripulante de la RAF salió un momento después, alejándose de la dominante presencia de Bishop.

El Shadow Patriot se detuvo junto a Eddie antes de continuar hacia la cabina de los pilotos. “No te tomes demasiado en serio a Sport, chico. El maldito gordito cree que la única forma en que vosotros los nuevos os ganéis los galones es aguantando sus puyas.”

“A la mierda con él.”

“Así es como hay que tomárselo.” Bishop sonrió y se dirigió hacia delante, y desapareció.

El compartimiento de pasajeros se quedó en silencio. Ninguno de los tres jóvenes espías que estaban en el compartimiento de pasajeros se había visto antes. Habían sido entrenados en caminos distintos de la recién formada Shadow Academy, y hasta su último ciclo de entrenamiento, ni siquiera habían estado en los mismos países. Sus divergentes estilos eran bastante evidentes. Igual que lo eran sus temores.

Eso era parte de lo que iba esta misión — una operación rutinaria que demostraría a los Patriots, los Banshees, y el Krypt como volver a trabajar juntos, y como hacer que una nueva generación entrase en el ejercicio a pesar de tres años de renovada desconfianza.

También era una prueba de todo el programa. Si tres de los mejores graduados de la Academia no podían hacer que funcionase, entonces nadie podría hacerlo.

Ahí es donde te he visto antes.” La pequeña Americana que estaba sentada frente a Eddie le había estado mirando desde que Bishop se había ido. Ella le miraba desde debajo de una enmarañada cabellera de color rubio-fresa. “Saliste en la tele, ¿verdad?”

“No fui yo,” contestó Eddie. “Estaba en la cama en esos momentos. Tengo cuarenta testigos.”

Ella sonrió. “Definitivamente eras tú. Estuviste en ‘Stand Up’. El Irreverente Real o algo así. A mi padre le encanta lo que haces.”

“Gracias.” Normalmente Eddie no tenía que trabajar tanto para mostrar su aprecio. Claro que tampoco nunca antes se había mostrado avergonzado por su profesión — ni siquiera cuando su padre, el ilustre Lord Devonshire — hacía lo imposible para humillarle por ello.

“Maxine Wright,” dijo la Americana. “Llámame Max.”

“Eddie.”

“¿Qué demonios estás haciendo aquí?”

“Es una larga historia.”

“Tenemos tiempo.”

“En realidad, no lo tenemos.” Eddie miró por la por la abierta puerta lateral del helicóptero. Subconscientemente había estado calculando la velocidad del aparato, su dirección, y lugares por donde pasaban desde que despegaron. Sabía que casi habían llegado a su lugar de destino. Aunque aún no era visible, podía verlo claramente en su mente, acercándose a toda velocidad desde más allá del horizonte…

La voz de Bishop llenó el compartimiento. “Casi hemos llegado al lugar donde saltaréis. Estar todos preparados para salir en dos minutos.”

Max levantó una ceja.

“Siempre he sido bueno con los mapas,” dijo Eddie, encogiéndose de hombros para desviar la atención de su sonrojo.

Dos minutos y diez segundos más tarde, el helicóptero se elevó sobre el grupo, alejándose en la noche, dejando a Eddie sintiéndose aún más fuera de lugar que antes. Bishop y Spoilsport — los entrenadores que habían sido enviados por  la Academia para supervisar la misión — eran soldados experimentados. Ambos pasaban tiempo en las Fuerzas Armadas de sus países. Ambos habían estado en combates. Max se mantuvo en retaguardia, pero parecía estar tranquila. Y el Ruso, Evgeniy Volka — el callado recluta que no había dicho nada durante todo el vuelo — se puso en cabeza. Era como si no pudiese esperar más para entrar en acción.

Es una buena pregunta, pensó Eddie. ¿Qué demonios estoy haciendo aquí?

 

 

El equipo se arrastró con el estómago pegado al suelo hasta un acantilado que daba sobre la inmensa Ciudad de Angkor, observando el lugar desde una distancia segura. Tropas militares de Dinastía y Chinas vigilaban mientras otros paseaban por entre los anchos caminos de piedra y entraban en las estructuras piramidales. Al borde de la ciudad, una falange de tanques de ataque estaba aparcada cerca de un depósito de fuel.

“Sea lo que sea lo que están buscando, aún no lo han encontrado,” dijo Max. “¿Qué hacemos ahora?”

“Necesitamos meternos en su puesto de mando,” dijo Bishop, señalando hacia un grupo de tiendas de campaña en las afueras de Angkor. “Poner ahí unos micrófonos. Esperar que ellos nos digan lo que están buscando.”

“¿Y para qué tanto poder destructivo?” Preguntó Spoilsport, señalando con su cabeza el ejército. “Es mucho más de lo que nadie nos explicó en el informe.”

“Nos adaptaremos. Una o dos cargas explosivas en el depósito de fuel para empezar. Os dejo el resto a vosotros.”

“¡Marchando una columna de fuego!” Spoilsport rodó alejándose del acantilado, de vuelta hacia el campamento base temporal donde había almacenado sus explosivos.

“Maldito infierno,” escupió Max, aún mirando la llanura de Angkor.

“¿Qué?” Preguntó Eddie.

“Míralo tu mismo,” contestó ella, pasándole sus prismáticos. Él observó la llanura hasta llegar al puesto de mando, donde dos figures habían surgido de una tienda de campaña para inspeccionar el lugar. Uno de ellos era un bien conocido miembro de Dinastía, el Teniente Coronel Xiu Ming. El otro — debería estar muerto…

Bishop fue el primero en decir su nombre en voz alta: “Strik-9.” Uno de los principales orquestadores de la acción genocida que hizo que se crease la Shadow Academy, y uno de los lugartenientes más cercanos del Dr. Friedrich Kholera. “La misión ha cambiado,” dijo, mirando a los reclutas. “Vosotros tres vais a poner micrófonos en el puesto de mando, solitos.”

“¿Qué?” Soltó Eddie.

“Todos los reintegrados agentes Shadow Patriot tienen una misión prioritaria constante de capturar a los agentes que quedan de Kholera a cualquier coste. Es de mayor importancia que cualquier otro objetivo.”

“Pero…”

“Esto es para lo que se te entrenó, Devonshire.”

“Claro, pero…”

“Para esto es para lo que estás aquí.”

“Si, lo sé, pero…”

“Podemos hacerlo,” dijo Max, dándole un empujoncito a Eddie. Luego miró al Ruso. “¿Verdad?”

En silencio, Evgeniy se apartó del acantilado y se deslizó hacia el campamento base.

“Bueno, es un tío tronchante, ¿verdad?”

 

 

Max le hizo una seña a Eddie que todo “estaba bien” y entró en el puesto de mando mientras Evgeniy dejaba el cuerpo del último guardia en un cercano túnel de piedra. Eddie se puso en posición defensiva tras uno de los altos leones sin rostros que adornaban las balaustradas de Angkor Wat.

“El verdadero espionaje se basa en la espera,” le había dicho uno de sus instructores hacía unas semanas. “Se basa en la espera, y en la observación.”

Por lo que observó, y esperó, mirando periódicamente con incomodidad a los viejos agujeros de bala que había en las estatuas que le rodeaban. Este lugar había visto demasiada violencia. Desde las sanguinarias guerras familiares por el dominio de esta región hasta la larga ocupación Khmer que había apoyado el Khan y la desesperada lucha por escapar del yugo comunista, la serenidad de Angkor estaba manchada por un legado de luchas.

Evgeniy llegó junto a Eddie y se agachó, comprobando el cargador de su rifle para asegurarse que su línea de fuego era clara.

“¿Y cuál es tu historia?” Le preguntó Eddie.

“Calla.”

“¡Hey! Eso es—”

“Agáchate.”

Evgeniy tiró a Eddie al suelo mientras un agudo chillido pasó por la plaza central de Angkor Wat a mil doscientos metros por segundo. En la plaza surgió una altísima columna de polvo y trozos de piedra, y los guardias caían de rodillas en todas direcciones. Un helicóptero de doble rotor sin bandera alguna pasó en silencio por encima, diseminando los escombros por toda la ciudad. Giró en un ángulo imposible y su puerta lateral se abrió, deslizándose, para mostrar una ametralladora. El arma cobró vida, destrozando un trozo de restaurada arcilla roja y arenisca. El artillero usó su senda de destrucción como línea trazadora, llevando su fuego hacia un grupo de tropas de Dinastía que se estaban defendiendo. Estos saltaron y se movieron alocadamente en el aire, bailando con un ritmo de huesos rotos y una melodía de explosivas manchas de sangre. Un segundo más tarde, la gravedad les depositó en sangrientos montones por los escalones de la pirámide.

Surgieron más tropas, corriendo junto a los restos de sus camaradas caídos. Se escondieron contra los edificios en forma de piña y abrieron fuego para ayudar a los soldados que huían por las plazas inferiores, hacia los tanques. El helicóptero acabó pronto con ellos, detonando las estructuras tras las que se refugiaban como si fuesen granadas de mano y enterrando a las tropas de apoyo bajo escombros. Se giró hacia los tanques y tres cohetes surgieron de debajo de sus alas. Se incrustaron en el suelo justo antes de los aparcados vehículos acorazados y levantaron una cortina de arena y fuego de seis metros de altura que bloqueaba el camino de la tripulación del tanque. Mientras la tropas Chinas retrocedían y huían, el helicóptero volvió a girar y acabó con ellas con su ametralladora.

Eliminada la amenaza inmediata, el helicóptero se elevó para observar el lugar, y luego despareció.

“¿Viste a los pilotos?” Preguntó Eddie.

“Rusos,” dijo Evgeniy, algo de enfado en su tono.

“¿Tuyos?”

Evgeniy agitó su cabeza, distraído, furioso. Eddie escuchó en la dirección en la que estaba concentrado Evgeniy y escuchó los gruñidos y golpe de un combate cuerpo a cuerpo cercano. Estaba a punto de preguntar a Evgeniy que pensaba que estaba ocurriendo, pero el Ruso ya estaba en movimiento, dirigiéndose hacia un lugar más alto.

Eddie escuchó como decían su nombre, un bajo y herido grito proveniente de la plaza en llamas. Una mujer vestida con ropa de camuflaje iba por entre los escombros, su pelo rubio-fresa sucio con polvo de arcilla roja.

“¡Max!” Eddie se deslizó hasta la plaza y corrió hacia ella, ayudándola a ponerse en pie. “Has sobrevivido.”

“Por los pelos. ¿Dónde están los demás?”

De repente, las radios del grupo sisearon y cobraron vida. La voz de Spoilsport resonó por el frente, una línea fantasma. “Que informen todos los agentes.”

“Aquí Devonshire y Wright,” dijo Eddie al micrófono. “Estamos en la plaza central de Wat.”

Silencio.

“Informen,” repitió la voz.

“Todo se ha ido a la mierda,” dijo Evgeniy en su micrófono mientras se deslizaba junto a los otros reclutas. Señaló hacia la base de la pirámide, donde Strik-9 lideraba a un pequeño grupo de tropas Rusas hacia un claro. Las tropas arrastraban el cuerpo inconsciente de Bishop tras ellos, y por encima, el helicóptero Ruso bajaba a tierra, su puerta lateral abriéndose para aceptarles.

Más silencio. Incluso la radio no respondía.

“Tenemos que retroceder,” dijo Evgeniy, tirando de Eddie y Max y alejándose de la plaza.

“¿Qué?” Preguntó Max.

“Todo se ha ido muy a la mierda.”

La radio volvió a sisear. Esta vez, una nueva voz fantasma dominó las ondas — un Americano fanfarrón con tono sarcástico y de superioridad. “Que informen todos los agentes… ¡al cielo!

El rugido de una lanzadera de cohetes portátil les llegó desde la dirección del depósito de combustible. Mientras los nuevos reclutas bajaban dando tumbos por una gigantesca escalera que llevaba hacia el bosque, la plaza explotó tras ellos, geisers de destrucción lamiéndoles los talones…

 

 

“¿Estás seguro de que es una buena idea?”

“No.”

“¿No te creerás que vamos a poder conseguirlo, verdad?”

“No.”

“Repíteme, ¿quién te puso a ti al mando?”

Eddie se rió. Max hacía que le fuese sencillo reír. Ella sabía como hacer que las cosas tuviesen un tono tranquilo. Había pasado mucho tiempo desde que Eddie había estado junto a alguien que sabía como mantener un tono tranquilo.

El follaje se movió por su derecha y Evgeniy entró en su escondite provisional, un apretado grupo de árboles a unos cuatrocientos metros de Angkor.

“El lugar está tranquilo,” dijo. “Strik-9 ha tomado el puesto de mando. Tiene allí a Bishop, Spoilsport, y a una chica ninja bastante maltrecha bajo una fuerte guardia… y tiene compañía.”

“¿Quién?” Preguntó Eddie.

“Jason Hellman.”

“Estás bromeando,” dijeron al unísono Eddie y Max.

Evgeniy les miró con su mejor gesto de no estar bromeando.

“Si, tienes razón. Eso nunca podría ocurrir,” dijo sencillamente Max. “Esto es una locura.”

“Nos podemos ocupar de esto.” La recordó Eddie, dando a sus palabras cuanta convicción como pudo.

“¿Estás high?” Se mofó Max. “¡Ese es el grupo de luchadores del averno! Un espectáculo diabólico, sin tener que esperar.”

“Debemos completar la misión,” dijo Evgeniy. 

“No sé que recibiste la nota, Alto, Oscuro, y Callado, pero tus camaradas nos han vendido nuestros culos — ¡y han subido el precio!”

“No son mis camaradas.”

“¿Si? ¡Pues llevan tus colores!”

“No sé quienes son, pero no son Krypt — no del Krypt al que yo sirvo.”

“¿Esto no te suena especialmente extraño, Ed?”

Basta.” Eddie levantó la voz lo suficiente como para remarcar sus palabras. No podía arriesgarse a alertar de su posición a unos supuestos centinelas. “Ese ‘espectáculo diabólico’ tiene a dos de nuestros camaradas en una jaula, y por lo que sé de Strik-9 y Hellman, tenemos hasta que ellos se aburran antes de perderles para siempre. Volveremos hacia allí y llevaremos a casa a esos agentes — como planeamos.

“Es lo que habrían hecho por nosotros.”

Eddie esperó hasta que los otros sopesaron sus palabras. “Max, comprueba las cintas de los micrófonos. Veamos si dieron clases avanzadas de espías. Quizás nos den una pista de porque están aquí. Evgeniy, dirígete hacia el depósito de combustible. Quizás no han encontrado los detonadores de Spoilsport y las podemos usar para cubrir nuestra huída.”

“Esos son muchos ‘quizás’, Ed,” dijo Max.

“Si, vale, ahora mismo, los ‘quizás’ son todo lo que tenemos.”

 

 

Eddie volvió a escuchar la grabación. Fuese lo que fuese con lo que se habían encontrado, no tenía nada de rutinario…

“¡Dr. Verona!” Dijo la primera voz. Eddie supuso que era la de Strik-9.

“¿Dónde está el sujeto?” Preguntó un hombre con fuerte acento Ruso.

“Hemos aislado al guardián. Uno de los exploradores de Dinastía,” dijo una tercera voz. Hellman. “Sus aliados solo la conocen por su alias: Groundfire.”

“No fue elegida por su nombre,” contestó Verona, “por muy apropiado que sea. El Velo solo estaba interesado en su lealtad, y en su silencio.”

“Y ambas pronto se las extraerás, ¿verdad?”

“Junto a la localización del Clavo-de-Dios’.”

Eso había sido hacía dos horas. El grupo nunca antes había oído hablar del ‘Clavo-de-Dios’ — por nombre o código — pero era obvio que los recién llegados los habían encontrado. Hacía solo 30 minutos, la operación de tierra se había dirigido hacía un segundo lugar en Angkor, Ta Prohm, al este de la Puerta de los Muertos de Angkor Thom. Afortunadamente, dejaron el primitivo puesto de mando y el depósito de combustible pobremente defendido.

Eddie llamó por la radio a Evgeniy, confirmando que el recluta Krypt estaba en posición. Como esperaba, tardó algo en contestar.

“Es mejor que ocurra rápido,” dijo Evgeniy. “Cuando salga el sol, no habrá por aquí escondites que sirvan.”

“¿Estás lista?” Preguntó Eddie.

“Esto no estaba en el manual,” contestó nerviosa Max.

“¿Recuerdas lo que dijo el Sr. Trask, Max? ¿En el discurso de apertura de la Academia?” Ella asintió. “Las operaciones reales nunca lo son.”

“Cuéntame un chiste, Eddie.”

Él sonrió. “Nos podemos ocupar de esto.”

“Buena forma de animar a una chica.”

“Vamos. Tenemos una misión que completar.” Eddie abrió la frecuencia segura de la radio del equipo. “Fantástico, Ev. Dale.”

Silencio. El viento del amanecer recorrió las columnas verticales de los agentes con frío mortal.

Eddie volvió a abrir el canal de radio. “¿Ev? ¿Estás ahí?”

Una ráfaga de ametralladora resonó por el depósito de combustible, acentuada por un agudo grito que se transmitió por los auriculares de los agentes. Eddie cogió sus prismáticos y observó el área, centrándose en un pequeño alboroto cerca de la pirámide. Guardias surgieron del puesto de mando y corrieron hacia el depósito. Muy pronto se vieron reforzados por guardias de los cercanos tanques.

“¡Sal de ahí, Ev! Hombres convergen hacia tu posición desde la llanura y desde el depósito de vehículos. ¿…Ev?”

Silencio.

Eddie localizó a Evgeniy en el borde sur del depósito, muy cerca de la falange de tanques. Ya había tropas a tiro, guiados hacia ese lugar por el guardia que aparentemente había tropezado con la posición del Ruso.

“Oh, no,” murmuró Eddie. “No, no, no, no…”

Max siguió la mirada de Eddie. Evgeniy no solo estaba atrapado, estaba atenazado — literalmente. El guardia Krypt que le había encontrado llevaba una ballesta — posiblemente robada a uno de las tropas de Dinastía — y Evgeniy estaba clavado a uno de los tanques de combustible por dos flechas que se habían insertado bajo sus omoplatos.

A través de sus prismáticos, Max y Eddie observaron a Evgeniy llevar su mano derecha hacia su oído, abriendo la cifrada frecuencia. “… fantástico …” jadeó, moviendo su mano izquierda hacia una caja de control que tenía montada sobre su bandolera.

La bola de fuego iluminó el cielo del amanecer, eclipsando el tenue brillo que había en el horizonte del este. Las tropas que estaban al borde del depósito desaparecieron, instantáneamente matadas por la feroz explosión, y una docena de llameantes depósitos de combustible se elevaron hacia el cielo, como si fuesen fuegos artificiales del Día de Independencia. Las tropas que quedaban corrieron hacia los puestos de guardia, o hacia los tanques, o huyeron hacia la jungla. El caos se apoderó del lugar.

La voz de Max ya no era tranquila. “¿Vamos…?”

“Tenemos que hacerlo. Ahora es todavía más importante.”

“Ellos son tantos, y…”

“No hay tantos en el puesto de mando. Ya no. Ev sabía lo que estaba haciendo. Sabía que nunca saldría vivo de allí. También sabía que… nosotros quizás podamos.”

Eddie llevó a Max ladera abajo hacia la llanura de Angkor, comprobando su rifle para asegurarse que la mira estaba limpia. Vio el último de los depósitos de combustible chocar contra el suelo, preguntándose si quizás uno había segundo, lanzándose a los cielos, donde debía estar su pasajero.