Doble-Doble Relato

Dos dos relatos Nezumi esta semana semana

 

El Verde-Verde-Blanco

 

por Rusty Priske

Editado por Fred Wan

 

Traducción de Togashi Paburo

 

 

Un chico joven, de no más de cuatro años, tomó una pequeña flor roja del borde del sendero. “¿Cómo se llama?”

Morito Tomomi pensó un momento y dijo, “He oído que se le llama la flor del Dolor y la flor de la Victoria, ambos por la misma razón.”

El niño se rascó la nariz. “¿Cómo puede tener dos nombres?”

Tomomi apretó sus brazos y sonrió. “Algunas cosas tienen varios nombres. Hasta la gente tiene más de un nombre en su vida. Mírate a ti... ahora eres Kiyoemon, pero un día celebrarás tu gempukku, y tomarás un nombre diferente. Más tarde, te retirarás y tomarás un tercer nombre.”

Kiyoemon arrojó la flor y observó a su anciana guardesa. “¿Qué es el retiro?”

“Bueno, cuando un samurai ha visto muchos veranos y cree que ha llegado el momento, abandona la vida que ha conocido y se convierte en monje. Junto con el cambio de vida, toma un nuevo nombre para marcar el paso de una vida a la siguiente.”

Kiyoemon observó a Tomomi,  perplejo. “¿Por qué alguien querría dejar de ser samurai?”

Tomomi pensó y contestó, “No lo sé, realmente. El retiro no esta hecho para mí. Quizá deberíamos preguntar a un monje.”

“No lo sé. El retiro parece una buena opción ahora.”

Tomomi se dio la vuelta, con la mano lista para desenvainar su katana al sonido del recién llegado. La voz pertenecía a un hombre rudo, y de sucias vestimentas.  Éste deslizó sus manos, intentando calmar a la anciana samurai-ko. “No es necesario desenvainar, vieja madre. No tenemos porque llegar a la violencia. Esto podría acabar mal para ti, y no necesitamos eso.”

Tomomi usó la mano que tenía libre para desplazar a Kiyoemon detrás de ella. “¿Qué quieres?”

“Nosotros,” hizo un gesto con su mano y cuatro rufianes más emergieron de los árboles, alrededor de la mujer Buey y el niño. Continuó, “Estamos aquí por el chico. Sólo hazte a un lado y déjanos llevárnoslo, y no te mataremos. De hecho, puedes ir a pedirle un rescate a su padre, y sernos de alguna utilidad.”

“Antes moriría que ceder a un grupo de bandidos.” Escupió la última palabra mientras trazaba un arco desenvainando su katana.

El hombre gruñó. “Podemos ocuparnos de esto perfectamente.” Los bandidos prepararon sus armas y se movieron hacia ella, cautelosamente. Mientras el líder sentía el ansia de sangre de su espada, y se preparaba a sí mismo para atacar, fue golpeado en la cabeza por una piedra. Se tambaleó hacia la derecha mientras la sangre empezaba a brotar de su sien. “¡Por los fuegos del Jigoku!”

Uno de sus compañeros señaló hacia los árboles. “¡Viene de allí!”

El hombre herido hizo un gesto a dos de sus hombres y dijo, “Permaneced conmigo. Vosotros dos... ¡acabad con la mujer!” Se lanzó entonces hacia la línea de los árboles, con los otros dos hombres tras sus pasos.

Tomomi se encaró a los dos bandidos que se quedaron. Uno portaba una katana, marcada por el paso del tiempo y el uso. El otro alzaba una naginata y fue el primero en avanzar. Tomomi preparó su katana y se posicionó para el ataque. Pudo esquivar el golpe mortal de la primera embestida, pero la naginata se clavó en su hombro, rompiéndoselo y haciendo que se le cayera el arma.

El bandido con la naginata cayó súbitamente, golpeado por una ráfaga de piedras. No se levantó. El segundo vagabundo se giró para enfrentarse a la nueva amenaza, sólo para ver a un musculoso Nezumi, vestido con una andrajosa túnica y sosteniendo un hacha de piedra en cada mano. Sin mediar palabra, la criatura se abalanzó sobre él, lanzando la espada del bandido a un lado con un hacha y aplastándole el cráneo con la otra.

El Nezumi gritó en su lenguaje, llamando hacia las profundidades del bosque. Tomomi intentó coger su katana, pero en vez de eso, sintiendo la pérdida de sangre, cayó de bruces mientras cinco Nezumi mas emergieron de los árboles. Hablaban entre ellos, pero Tomomi no podía entender nada. Finalmente, el primero, el cual parecía su líder, le dijo, “Estás herida. Debemos-debemos parar la sangre.”

Las criaturas repentinamente se prepararon, segundos antes de que Tomomi escuchara caballos aproximándose. Formaron un semi-círculo alrededor de Tomomi y Kiyoemon mientras los jinetes se aproximaban hacia ellos.

“¡Retiraos, criaturas! ¡En el nombre de Morito Kitaji, rendíos!”

“¡Tienen a tu hijo, Kitaji-san!”

“¡Matadlos a todos!”

Los ocho jinetes, todos portando el mon del Buey, se movieron para atacar a los Nezumi. Sus caballos parecían asustados y no querían acercarse, pero los jinetes los empujaron a ello. Los Nezumi no respondieron al ataque, con las armas, garras y dientes sin gesto de amenaza alguno.

“¡No! ¡Deteneos!” Tomomi se apoyó sobre su pie y se antepuso a la criatura que le había salvado la vida.

“¿Tomomi-san? ¿Qué es esto? ¡Hazte a un lado!”

“¡No, Kitaji-sama! ¡No puedo!”

El líder de los jinetes detuvo su caballo y desmontó. “¿Qué significa esto? Hemos tenido informes de que estas criaturas estaban en el bosque y ahora me encuentro a mi hijo bajo ataque, dos hombres muertos y tú herida, ¿y nos dices que no ataquemos? Pregunto de nuevo, ¿qué significa esto?”

“Fueron esos hombres los que nos atacaron, no las criaturas. ¡Había cinco bandidos que querían secuestrar a tu hijo! Estas criaturas nos salvaron.”

Kitaji observó a Tomomi con expresión severa. Se volvió hacia los Nezumi. “¿Es esto cierto?”

“Hombres hacer daño a matrona y su cachorro. Nosotros matar-matar todos los hombres malos.”

Los ojos de Kitaji se movieron entre los Nezumi, Tomomi y Kiyoemon. Se movió hacia su hijo, que se desplazó hasta ponerse detrás de su padre. “En tal caso,” hizo una profunda reverencia a la criatura, “Estoy en deuda con vosotros. Habéis salvado a Morito Kiyoemon... mi hijo. Soy Morito Kitaji del Clan Buey. Son las tierras del Buey por las que viajáis.”

El Nezumi hizo una reverencia, imitando la de Kitaji. “Soy Ep’kee de la tribu Verde-Verde-Blanca. No deseamos ser unos intrusos. Hemos sido llamados y vamos.”

“Después de lo que habéis hecho por nosotros aquí, tenéis todo el permiso de cruzar por nuestras tierras. ¿Hacia dónde os dirigís?”

“Al bosque que llamáis-llamáis Shinomen.”

“Tenéis una larga jornada por delante. Por favor, comed con nosotros antes de continuar.”

Uno de los hombres de Kitaki tomó a Tomomi para atenderla, pero el resto, incluido Kiyoemon, se quedaron para almorzar con los Nezumi.

Kitaji frunció el ceño. “Así que todos los Nezumi vais a hacer frente a... lo que llamáis Mañana.”

Ep’kee asintió.

“Y eso significará vuestra muerte.”

“Es nuestro fin.”

“Entonces nos uniremos a vosotros. Arriesgasteis vuestras vidas para salvar a mi familia. No puedo hacer menos.” Hubo un asentimiento general entre los hombres de la unidad de Kitaji.

Ep’kee inclinó su cabeza. “Gracias-gracias, Ki-taji. Pero no es posible. Solo Nezumi podemos enfrentar Mañana. Es destino de Nezumi, no de Ki-taji. Es bueno tener amigos humanos. No como otros jinetes.”

Kitaji agitó su cabeza. ¿A que te refieres? ¿Qué otros jinetes?”

“Los hombres-en-caballo. Los morados. Han matado muchos Nezumi. Nezumi pelear y matar muchos hombres en caballo morados, pero tenemos que enfrentarnos al Mañana y venganza tiene-tiene que terminar.”

“Es el Unicornio. No sois los únicos contra los que se han opuesto. Aún así, sois nuestros amigos, y vuestras batallas son las nuestras. Si no podemos ayudaros contra el Mañana, al menos os defenderemos mientras os marcháis. Doy mi palabra de samurai, que mi patrulla luchará contra los Unicornio allá donde los encontremos, en el nombre del Imperio y la tribu Verde-Verde-Blanca.”

Ep’kee se inclinó. “Nos ofrecéis un gran-gran servicio, Ki-taji. Sois amigos.”

 

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Una Última Tarea

 

por Rusty Priske

Editado por Fred Wan

 

Traducción de Togashi Paburo

 

 

Kr’chan olfateó el aire mientras sus ojos revoloteaban atrás y delante. Cuidadosamente tocó un árbol, retorcido y marchito, y examinó los pútridos hongos que se agolpaban sobre su corteza. Asintió con satisfacción y corrió de vuelta a la ladera de la colina para llamar, en un tono bajo a los otros Nezumi que le seguían. “Estamos cerca. Por aquí.”

Achirin asintió e hizo un gesto al resto de Nezumi para continuar. Había otros seis con él, todos cargados con grandes sacos. Cargaban con ellos con alguna dificultad. Se abrieron paso hasta lo alto de la colina, manteniéndose alerta y atentos a cualquier movimiento a su alrededor.

Cuando llegaron a lo alto, otro explorador, Nem’tek, se aproximó a su flanco. “Achirin, hay un grupo de goblins acercándose. No creo que nos hayan visto, pero vienen hacia aquí.”

Achirin sonrió. “Bien. Una vez estemos dentro, espera veinte alientos antes de dejar que te vean.”

Nem’tek asintió y se marchó corriendo.

Kr’chan gesticuló hacia Achirin y dijo, “Justo ahí.”

El grupo le siguió alrededor de los troncos caídos de nudosos árboles hasta que vieron su destino. Una piedra había obstruido algo la entrada, pero había quedado lo suficientemente despejada para que un hombre pudiera atravesarla. Esto les daba espacio más que suficiente a los Nezumi. Kr’chan señaló. “Está vacío. Fue una vez tumba de un hombre malo, pero él se fue. Es un sitio perfecto para nosotros.”

Uno por uno, con Kr’chan liderándolos, los Nezumi pasaron a través de la entrada al interior de la tumba. Una vez dentro, Achirin comenzó a dar órdenes. “¡Dejad las bolsas aquí! ¡Necesitamos las redes listas antes de que Nem’tek llegue aquí! ¡Moveos!”

Los Nezumi corrieron para colocarse en posición.

Nem’tek observó el cielo, intentando ver donde se encontraba el sol para ver si era momento de actuar. La bruma había ocupado todo el área, haciendo imposible tener una buena percepción, pero decidió que ya había esperado lo suficiente, y entonces...

Fue interrumpido por un goblin saliendo de la maleza, a menos de diez pies de él. La criatura lanzó un grito agudo al aire para alertar a sus otros compañeros. Nem’tek se abalanzó rápido como un rayo. ¡Buscaba atraer la atención del goblin, pero no cuando estuviera ya tan cerca! Saltó sobre un tronco caído con la escuadra de goblins – una docena de ellos, según en su anterior exploración – pisándole los talones. Consiguió mantenerse algo alejado de ellos, pero corría por terreno desconocido. Un paso en falso permitiría a los goblins cogerle, y eso le obligaría a luchar. Incluso aunque pudiera vencer a la escuadra entera, eso arruinaría los planes de Achirin. Eso no podía ser, porque los planes de Achirin eran esenciales para los Nezumi.

Nem’tek fue más rápido que los goblin, pero esa ventaja desaparecía cuando tenía que esquivar árboles y rocas. Finalmente, llego a la tumba y esprintó a su interior; cerciorándose de que los goblin pudieran ver dónde iba. Se deslizó por el pasaje y se lanzó en un giro frontal una vez el camino estuvo abierto en la tumba. Con esto se escabulló por debajo de la red que caía y los Nezumi que se abalanzaban sobre la entrada. Unos cuantos goblin no fueron capturados, pero los Nezumi los mataron rápidamente antes de que pudieran sobreponerse a la sorpresa del momento.

Skirk había liderado a su banda de goblins durante mucho tiempo, alrededor de tres semanas. Sus deberes no eran complicados, lo que era bueno, ya que Skirk no era muy brillante, incluso para los estándares goblin. Debían vigilar el área alrededor de la antigua Tumba de Iuchiban e informar si había algún problema. Fácil.

Entonces este maldito Rátido apareció. Sólo era uno, y Skirk tropezó con él mientras seguía un rastro de una cucaracha apetitoso. Skirk no era el goblin más elegante, pero tampoco quería quedar como un inútil, por lo que llamó al resto de su escuadra. Una cuadrilla de goblins puede fácilmente abatir a un Rátido. Iban a tener algo mejor que cucarachas para cenar.

¡Entonces el Rátido corrió dentro de la Tumba! Lo siguiente que Skirk recuerda, es que estaba bajo una red y fue golpeado con alguna porra dura en la cabeza.

Cuando se despertó, estaba atado a un palo y rodeado por más Rátidos. El por qué no le habían matado confundía a Skirk. Entonces, uno de los Rátidos comenzó a hablarle en la lengua humana.

“No-no te haremos daño. Esto te hará mejor. Ya verás.”

Si Skirk estaba confundido antes, ahora mucho más. El Rátido hizo unos ruidos con sus dientes y agitó un bastón, y parecía enfermar. Esto duró algún tiempo. Skirk no estaba seguro de cuánto, pero fue lo suficientemente largo para que se aburriera y dejara de prestar atención.

Entonces Skirk empezó a sentirse raro. Sentía como si algo entrara en él, pero no podía ver nada. Sentía como si tuviera una gran comida. Como si hubiera matado un animal y hubiera comido hasta llenarse, pero por todo su cuerpo y no solo su tripa. Se sentía... completo.

Mientras intentaba sacudirse las telarañas de su cabeza, el Rátido le preguntó, “¿Cómo te sientes?”

“Raro.” Fue al responder cuando se dio cuenta que el Rátido le había hablado en su extraño lenguaje, y él había entendido.

“¿Cómo te llamas?”

“Sk’rk.” El antes era Skirk, pero ahora... el era Sk’rk. Esto no era un pensamiento en su cabeza. Era la verdad y llenaba su existencia. Más que eso, el siempre había sido Sk’rk, incluso cuando pensaba que era Skirk.

Dañaba al cerebro de Sk’rk intentar entender. Él sólo sabia que el Rátido, Achirin era su nombre, y le había dado el mayor regalo que podía imaginar. Antes el sólo tenía un nombre. Ahora... tenía Nombre.

Tch’wik desempaquetó una de las bolsas, y sacó de su interior una gran cantidad de ramas. Achirin observó los montones que estaban siendo creados y sonrió. “Ahora los Nezumi prevaleceremos para siempre. Estas ramas narran toda nuestra historia – al menos la que conocemos. Si dejamos este mundo, al menos habrá una marca que muestre que estuvimos aquí. Este será nuestro legado.”

Pronto todas las ramas fueron desempaquetadas, y los hilos cortados. Los Nezumi depositaron las ramas, una por una, hasta que toda la habitación estaba cubierta. Luego, sin mediar palabra, se dieron la vuelta y dejaron tras de ellos la historia de su raza.

Mientras los Nezumi abandonaban la tumba, se encontraron con el grupo de goblins esperándoles fuera. Sk’rk hizo una reverencia a Achirin, a la manera de los humanos. Achirin apretó la mano de los goblins en señal amistosa y dijo, “¿Entendéis?”

Sk’rk asintió. “Protegeremos la Tumba. Nadie tomará las ramas de memoria al menos que sean Nezumi. Vuestra historia estará a salvo.”

Achirin asintió agradecido. Entonces los Nezumi comenzaron su camino de vuelta al Bosque Shinomen para reunirse con el resto de sus compañeros para enfrentarse al Mañana.