El Camino del Destructor

 

por Shawn Carman

 

Traducción de Heraclio Sánchez

 

 

 

En algún lugar al norte de Rokugan…

 

El Señor Oscuro de las Tierras Sombrías dejó su templo privado, observando afiladamente a los guardias que vigilaban su entrada para asegurarse que recordaban los términos de su tarea. A nadie excepto del Señor Oscuro se le debía permitir el acceso bajo ninguna circunstancia, bajo pena de un castigo más allá de la muerte que no se podía explicar con palabras, incluso entre los Perdidos. Daigotsu estaba preocupado, como solía estarlo a menudo cuando salía del templo, porque aquello que se ocultaba en su interior era enigmático e inescrutable incluso para él. Por encima de cualquier otra cosa, necesitaba tiempo para descifrar el misterio que tenía ante él, y tiempo era algo que no poseía.

Enfadado, de humor cada vez más oscuro, Daigtsu caminó hasta su torre privada, la más alta y magnífica de las antiguas agujas entre los Dedos de Hueso. A parte de su familia y el yojimbo de su hijo, los demás sólo eran admitidos en el primer nivel, la cámara de audiencias estaba a un lado con este objetivo. En el interior, un puñado de vasallos esperaban sus órdenes. Los atravesó como una tormenta sin decir ni una palabra, y ellos no lo miraron, tan grande era su disgusto. Se sentó sobre su negro trono y los miró fríamente. “Saleh,” ordenó.

Uno de los vasallos dio un paso adelante, la Mirada baja. “Sí, gran señor,” dijo en una voz baja, extraña y exótica.

“¿Ha comenzado?”

El  Jackal asintió lentamente. “La información que hemos recibido del sur así lo indica, maestro.”

“Dime de nuevo cómo se llaman.”

Saleh levantó al fin sus ojos. “Se llaman los Destructores, maestro. La Horda del Destructor.”

La Horda,” Daigotsu dijo con una ligera sonrisa. “Qué irónico.” Hizo una pausa. “¿Y tú y tus aliados, estáis familiarizados con estos… Destructores?”

“Sabemos de las profecías, las leyendas,” dijo Saleh. “Cuánto hay de verdad y cuánto es superstición, no podemos decirlo. Los mitos de su existencia han perdurado incontables siglos. Alguna distorsión es inevitable.”

“¿Has preparado esta información para mis sirvientes?”

“Como ordenasteis,” contestó Saleh. “Vuestros vasallos los Chuda han sido provistos de toda la información que tenemos, y está lista para los demás vasallos para cuando llegue su turno.”

“Muy bien,” dijo Daigotsu. “Han pasado algunos meses desde la última vez que discutimos este asunto, y como os podéis imaginar he tenido asuntos más urgentes. Ahora tenéis toda mi atención.” Se inclinó hacia delante y fijó una mirada calculadora en el gaijin. “Me gustaría escuchar todas las profecías que tengas sobre este ‘Hija de Ébano.’”

 

 

Las provincias Escorpión

 

El Maestro de los Secretos enrolló suavemente el pergamino y lo colocó sobre la mesa. Había leído muchas veces su contenido, y sin embargo cada vez que volvía sobre el mismo, esperando encontrar algún retazo de información que pudiera haber pasado por alto, terminaba más desanimado. Había pocas esperanzas de encontrar algo en los resto del papel. “Toson,” ordenó.

La pantalla de la cámara se deslizó con un susurro, y entró el comandante de sus vasallos más secretos. “Sí, mi señor,” dijo suavemente Shosuro Toson.

“¿Informes desde el Muro?”

“Sí, mi señor,” contestó. “Ha comenzado, como nos temíamos.”

“Veo. ¿Tus agentes en la zona?”

“La orden de intentar penetrar en las líneas del frente fue dada,” dijo. “No hemos sabido de ninguno desde entonces. Sin duda se han perdido.” Hizo una pausa. “¿Deseáis que enviemos más, mi señor?”

“No,” contestó Paneki. “No parece tener mucho sentido.” Miró de nuevo a los pergaminos. “Todo lo que Kazunori predijo ha sucedido. Como no podía ser de otra forma.” Miró al maestro ninja. “El pergamino que ató a Kyoso no Oni. ¿Es seguro?”

“Lo es, mi señor,” dijo Toson. “El pergamino previamente abierto de la Tumba de los Siete Truenos fue sustituido en su lugar con el Fénix.”

“Trasládalo,” dijo Paneki. “No me digas dónde está a meno que te lo ordene, y solo si estamos en privado.”

Toson frunció el ceño. “¿Mi señor?”

Paneki se levantó. “Ha llegado la hora de que informe a la Divina Emperatriz sobre la verdad del asunto que tenemos entre manos.”