El Octavo Dragón
por Rich Wulf
Traducción de Mori Saiseki
La Ciudad del Recuerdo ha visto muchas tragedias a lo largo de su historia. Grandes secciones de la ciudad aún están en ruinas debido a la Lluvia de Sangre. Con la creciente guerra del Clan Fénix contra los Mantis, las reparaciones de muchos de estos edificios han sido pospuestas en favor de construir más barracones y fortificaciones a lo largo de la costa de la ciudad. Serios samuráis Shiba patrullan las calles a todas horas, alerta ante cualquier signo de un inminente ataque. Su presencia ha ensombrecido un lugar que ya era melancólico.
Pero en el Templo de los Siete Dragones, los pensamientos de Agasha Miyoshi
solo eran sobre su magia. La delgada y joven shugenja se arrodilló ante la
imagen de los siete Dragones Elementales, su cabeza echada hacia atrás en
éxtasis debido a su comunión con el poder de los Dragones. Al intentar proteger
su ciudad de tragedias como la Lluvia de Sangre, los shugenja que allí
habitaban descubrieron que la ciudad tenía una profunda e inexplicable conexión
con el poder de los Dragones Elementales. Miyoshi, y un puñado de otros como
ella, encontraron que mientras honrasen y respetasen a los dragones podrían
usar algo de ese poder mientras usaban los kamis menores para crear otros
hechizos.
Miyoshi se quedó sin aliento cuando imágenes de los Dragones Elementales
aparecieron en su mente.
El Dragón del Aire se movía sinuosamente a través del humo de incienso del
templo. Buscaba secretos y compartía sabiduría, alegremente guiando a los
héroes a su destino.
El Dragón del Fuego parpadeaba en la luz de las velas que la rodeaban. Miyoshi
solo lo vio indirectamente, ya que un mortal no podía ver sus salvajes llamas y
no ser transformado.
El Dragón del Agua apareció en las ondas de los pequeños estanques que había a
cada lado de Miyoshi. Sus escamas brillaban con mil colores, peo no miraba a
Miyoshi. Al Dragón del Agua le interesaban poco los asuntos de los mortales;
solo apareció aquí por sus hermanos.
El poder del Dragón de la Tierra reverberaba en las piedras que había bajo la
arrodillada shugenja. El más anciano y sabio de los dragones, parecía mirar a
Miyoshi con infinita paciencia, juzgando el centro de su ser.
El Dragón del Trueno rugió en las profundidades del alma de Miyoshi. Era una
criatura echa de valor y honor. Miyoshi rogó que sus bendiciones permaneciesen
en ella.
El poder del Dragón Celestial era una cosa leve y distante, como un lejano eco.
Aunque sus ojos siempre miraban el reino de los mortales, siempre permanecía
lejos. El Dragón Celestial llevaba todos los cielos sobre su ancha espalda, y
no podía dejar esa obligación para estar con los humanos.
El Dragón del Vacío no podía ser visto, pero Miyoshi lo sintió dentro de todos
los elementos, así como dentro de ella misma. Miraba con curiosidad, casi
maliciosamente. Parecía estar esperando algo. Ella no podía imaginarse que
sería.
Los ojos de Miyoshi se abrieron y se quedó sin respiración al darse cuenta de
la verdad.
Donde antes solo había siete, ahora había ocho.
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Siete Dragones Elementales han guardado Rokugan, cada uno en su forma, desde el principio de los tiempos. Un octavo y verdadero dragón se prepara a existir. Al contrario que los demás dragones, que nacieron y habitan en los Divinos Cielos, este dragón llegará a la plenitud de su poder en Rokugan.
La facción que informe del mayor número de victorias durante este torneo
observará el nacimiento del Octavo Dragón. Un héroe de esa facción participará
en la ascensión del dragón, y la facción recibirá una muestra del poder de este
nuevo ser celestial en una futura ampliación.