El Legado del Padre


por
Brian Yoon
Editado por Fred Wan

 

Traducción de Mori Saiseki


Hace cuatro meses…

            La lluvia caía sobre la tierra mientras el grupo lentamente iba por entre las colinas. Casi eran cuarenta a caballo, totalmente armadas y preparados. Sus caballos se movían a un trote lento. Miraban en todas direcciones, alertas ante cualquier signo de problemas. Los campos que les rodeaban se extendían en todas direcciones, con pocos árboles u obstáculos que ocultasen sorpresas. Sabían que nada podía ver su movimiento por esa tierra. A pesar de esta seguridad, una sensación de intranquilidad cubría a todo el grupo. Nadie podía tener confianza en que la misión iría bien cuando el grupo estaba tan dentro de las líneas enemigas. La presión de un simple paso en falso recaía sobre cada uno de sus movimientos.

El grupo se acercó a la cresta de una colina y se detuvieron todos juntos. La exploradora en cabeza desmontó y le dio las riendas de su caballo al hombre que estaba tras ella. Asintió secamente y luego desapareció al otro lado de la cresta de la colina.

El líder del grupo se quitó su gorro de cuero. Moto Wasaka miró a la compañía que le rodeaba. Ellos le miraron, todos con expresiones severas. “Descansar hasta que ella vuelva,” dijo. No se relajaron, pero algo de tensión desapareció de sus caras. Desmontaron y empezaron a hablar en voz baja entre ellos.

Wasaka desmontó y se estiró. Miró a las grises colinas que le rodeaban y escupió al suelo. Tras unos momentos dijo, “Estas tierras son las más feas que haya visto jamás. Si los kami tuviesen algo de juicio, limpiarían este lugar y volverían a empezar de nuevo.”

Los Unicornio miraron a su líder durante un segundo y luego volvieron a sus actividades. Una Doncella de Batalla que estaba junto al comandante entró al trapo. Se quitó su pelo mojado de la cara y dijo, “¿De qué estás hablando ahora, Wasaka-san?”

Wasaka señaló a las colinas con un movimiento de su brazo. “Los kami tienen tanto poder a su disposición. Si yo tuviese tanto poder, allanaría estas colinas y las reemplazaría con algo más agradable. Siempre me han gustado los valles. ¿No crees que eso sería bonito, Uzuki-chan?”

Utaku Uzuki agitó la cabeza con indignación. “Una día, muy pronto, Wasaka-san, los dioses escucharán tus blasfemias. Me pregunto que si las encontrarán tan divertidas como a ti te parecen.”

Wasaka asintió ampliamente a su acompañante. “Todo en el mundo es una broma, Uzuki-chan. Todo lo que necesitas es encontrar la perspectiva adecuada.”

“No todo,” Uzuki contestó en voz baja. Ella miró hacia las lejanas montañas y pasó su mano por el costado de su caballo. Relinchó un poco y hocicó su cuello.

Wasaka la observó durante un largo momento, su sonrisa desapareciendo de su cara. Fue hacia la Doncella de Batalla y la cogió del hombro. “Uzuki-chan—”

Uzuki giro su cabeza y le miró desafiante. Los ojos que Wasaka había aprendido a leer tan bien estaban nublados por la emoción. “No, Wasaka, no escucharé una charla. Estas tierras simplemente me traen recuerdos de mis hermanas. Eso es todo. La venganza no está en mi ánimo.”

Dejó pasar la mentira. “Las palabras del Khan están claras, Uzuki-chan. Debemos encontrar un paso hacia la Ciudad Imperial. Eso es todo.”

Uzuki se giró y se fue sin pronunciar otra palabra más. Pensó en seguirla, pero sabía que no conseguiría nada. En vez de eso, esperó. Tras un tiempo, la silueta de su exploradora apareció en la cima de la colina. Ella miró al grupo durante un momento antes de encontrar a Wasaka. Se le acercó rápidamente y luego se inclinó.

“Alguna buena noticia sería bienvenida, Yasuha-san,” dijo Wasaka. Ella le miró sin pronunciar palabra. Él suspiró. “Informa,” ordenó formalmente.

“Hay más tropas León es esa dirección, mi señor,” dijo Yasuha. “He contactado con Shinjo Fuyuko, una exploradora asignado a este área antes de nuestra expedición. Ella dice que la actividad León se incrementó sensiblemente unos pocos días antes de que partiésemos. Conoce un paso entre las colinas que ellos han dejado sin vigilar, si es que deseamos pasar.”

Wasaka frunció el ceño. “No creo en coincidencias más de lo que creo en la promesa de un Escorpión. Han debido ser avisados.”

“¿Cuáles son vuestras órdenes, Wasaka-sama?” Preguntó Yasuha.

En su mente rápidamente sopesó los pros y los contras. Levantó la voz para que llegase a todos los que le rodeaban. “Montar. ¡Cabalgamos!”

 

           

Fuyuko era una veterana de varias luchas en tierras León. Había sobrevivido la locura de la Caza de Sangre en las tierras León. Fue entonces cuando se había descubierto su tapadera y ella había regresado a las tierras Unicornio. Pero su experiencia y conocimiento de las tierras León era un recurso inestimable, y pocos meses después ella había vuelto a entrar clandestinamente en tierras enemigas. Wasaka pudo ver de inmediato ver su conocimiento de la tierra, por la forma en que rápidamente les llevó a través de un oculto sendero por el borde de las colinas.

Volvieron a viajar en silencio. La lluvia aumentó por el camino y la luz se oscureció aún más. No podían permitirse llevar una luz, por lo que se veían forzados a viajar aún más despacio. Fuyuko lideraba el camino, y toda la tropa Unicornio la seguía de cerca. Seguían la falda de la colina y se detuvieron de repente. Un escuadrón León les esperaba en medio del camino. Uno de ellos se adelantó. Su dorada armadura estaba adornada con rugientes bocas de Leones por los hombros y el yelmo. Era un hombre joven, poco más que un niño, su armadura no llevaba señales de batallas anteriores.

“Saludos,” dijo el joven. “Os doy la bienvenida a las tierras León.”

Wasaka miró a sus exploradores delanteros, que seguían asombrados por la repentina aparición del enemigo. Los León estaban obviamente preparados para la batalla, como si les hubiese arengado un gran grito de guerra. Volvió a mirar al joven León. “Saludos,” dijo, sin saber que decir. Valoró automáticamente la situación. Los Unicornio eran inferiores en número, pero tenían la ventaja de la caballería.

“¿Puedo ver vuestros papeles?” Continuó el León. “Me refiero a papeles con permisos Imperiales, por supuesto. Por aquí la palabra del Khan no vale nada.”

Wasaka se mordió la lengua para no contestar. Uzuki no tuvo el mismo control. “¡Vigila tu lengua, León!” Gritó por encima del viento. “Incluso un estúpido sabe cuando se adentra en la guarida del depredador.”

Los ojos del León se entrecerraron peligrosamente. “Quizás estás confundida, niña. Estás en medio de las tierras León, sin permiso Imperial y sin explicación alguna de de vuestra conducta. Es al revés. Estáis en las fauces del León.”

Las manos de Uzuki volaron hacia el yari que tenía al costado de su caballo. “Te voy a enseñar quien está confundido,” sonrió, “tu—”

“¡Detente, soldado!” Dijo Wasaka, su voz resonando por la colina. Samurai en ambos lados habían empezado a agarrar sus armas por culpa de las acciones de Uzuki. Todos se detuvieron ante el grito de Wasaka. El líder León no se había movido nada durante la conmoción. Su mueca de desprecio era visible para los Unicornio. “Te aseguro que nuestra misión no tiene nada que ver con el León. Simplemente—”

“Perdóname si no me creo lo que dices,” interrumpió el León. “Liderazgo nos enseña a mostrar debilidad cuando somos fuertes. Esas estratagemas se enseñan hasta a los bushi de menor rango; me sorprende que el Khan no se haya ocupado mejor de tu entrenamiento.” Se inclinó y luego puso ambas manos en la cintura, cerca de sus armas. “Hoy estáis ante Matsu Yoshino. Recordar ese nombre, si es que alguno de vosotros sobrevivís este día.”

Wasaka podía sentir como la ira de Uzuki surgía de ella. Era como un arco tensado durante demasiado tiempo. Iba a saltar ante la menor provocación. Si ella atacaba primero, aunque sobreviviesen, se vería forzado a castigar su desobediencia. Solo podía ver una salida para impedir el castigo.

Wasaka sonrió, mostrando sus dientes. “¿Matsu Yoshino? Eso me suena familiar. ¿Tomaste el nombre de algún viejo y cobarde León?”

Yasuha se quedó boquiabierta. “Wasaka-sama, ¡Matsu Yoshino es el hijo de Nimuro!”

Wasaka desenvainó su espada y gritó, “Entonces prepárate para unirte a tu padre, ¡cachorro!” Espoleó a su caballo hacia delante, a toda velocidad, cargando contra el líder León. Todos saltaron a la acción tras él. Los Unicornio cargaron tras su líder, y los León corrieron para enfrentarse a ellos, yari en sus manos. Yoshino simplemente miró fijamente la carga del Moto, desaparecida su sonrisa. Incluso a esta distancia, Wasaka reconoció la mirada en la cara del chico. Era la mirada de un depredador. La mirada de un asesino.

La primera flecha se enterró en el cuello del caballo de Wasaka. Antes de que pudiese reaccionar, otra flecha atravesó la cabeza de su caballo. Un fuerte dolor apareció en su costado cuando otro misil cruzó su pierna. Su caballo cayó y su gemido de muerte llenó el aire. Wasaka cayó al suelo junto a su caballo. No podía respirar con el peso del caballo sobre su pecho.

Yoshino se adelantó cuando empezó la batalla y desenvainó su katana. “Otra lección esencial de Liderazgo,” dijo. Wasaka se esforzó por escuchar su voz sobre el ruido de la batalla y su palpitante corazón. Tras Yoshino, podía ver montados León cabalgando en defensa de sus hermanos. “Que el enemigo vea lo que quiere ver, para que te subestime.”

Mientras Wasaka yacía bajo su caballo, solo lamentó que nunca tendría la oportunidad de aliviar la ira de Uzuki. La katana de Yoshino atravesó la cortina de lluvia. Era la cosa más bella que había visto jamás Wasaka.

 

           

            Yoshino se quitó el yelmo y se lo puso debajo del brazo. Miró al largo tramo de escaleras que llevaba al bello templo que había en tierras León. Había mirado el edificio cientos de veces durante sus frecuentes estancias en el Castillo de la Espada Veloz, pero las escaleras parecían brillar en sus ojos. Lentamente, una sonrisa apareció en su cara.

“Pareces encantado contigo mismo,” dijo alguien tras él. Yoshino se giró y rió.

“¡Fujimaro-san! Pensaba que te dirigías a ocuparte de un asunto en la frontera Dragón,” dijo Yoshino. Se encogió de hombros.

Fujimaro sonrió. Hacía solo unas pocas semanas que Fujimaro le había enseñado a Yoshino los conocimientos básicos de las patrullas y la seguridad. Su relación debería haber acabado ahí, pero se había convertido rápidamente en amigos. El vínculo se había estrechado cuando habían luchado juntos contra los invasores. “Me han llamado para que informe a Otemi-sama de nuestras aventuras cerca de las tierras Unicornio.”

Yoshino frunció el ceño. “Tu contacto Escorpión parece haber dicho la verdad. Sorprendente, pero seguro que tiene sus propios motivos para ello. No se puede confiar en ellos, Fujimaro.”

Las cejas de Fujimaro se arrugaron. “Me gustaría confiar en ella. Tiendes a unirte cuando tus vidas se ponen en peligro. Una mujer con sus propios secretos...” Miró a Yoshino, y una sonrisa se extendió por su cara. “No necesito que los cachorros me den consejos sobre la vida, Yoshino-kun. Sal corriendo.”

Yoshino se inclinó. “Me alegra que estuvieses allí, Fujimaro-san. Si no hubiese sido por tu arco, el oficial Unicornio podría haber cabalgado por encima de mí. No puedo pensar en nadie mejor con el que estar en una batalla.”

Fujimaro agitó su cabeza. “Cualquier otro samurai León, hermano.” Con un saludo, se marchó.

Yoshino sonrió y rápidamente subió por las escaleras. Los guardias en la entrada del templo le saludaron cuando pasó por las puertas. Anduvo por el templo, recordando, hasta que llegó a una puerta que nunca antes había abierto. Sin dudarlo, abrió la puerta y entró en el secreto santo lugar.

La reunión ya había empezado. Ikoma Otemi estaba a la cabecera de la mesa y muchos de sus generales estaban a los lados. Se detuvieron cuando entró Yoshino, y este se inclinó. Rápidamente fue hasta la vacía silla junto a Otemi y escuchó como seguía la reunión.

“¿Cuál es el estatus de tu escuadrón, Kobi-san?”

“Tenemos todas las fuerzas, Otemi-sama,” dijo Kobi con una pequeña reverencia. “Estamos preparados para movernos en cuanto deis la orden.”

Otemi asintió levemente. “Bien. Rokuro-san, ¿tenemos noticias de tu daimyo?”

“Shigetoshi-sama ha llevado sus fuerzas a la frontera norte como ordenasteis, mi señor,” dijo Rokuro. Retorció la cara, como si algo en su boca le supiese mal. “Pretende enfrentarse a los Dragón con sus fuerzas en cuanto pueda.”

Otemi se volvió hacia Yoshino. “Fujimaro-san nos ha informado de tus logros en la frontera Unicornio. Bien hecho.”

“Gracias, Otemi-sama,” contestó él.

“¿Cómo valoras la situación?” Preguntó Otemi.

Yoshino miró al mapa que cubría la mesa. “Pudimos interceptor la patrulla Unicornio debido al contacto Escorpión de Fujimaro. Creo que por una vez, nos han señalado en la dirección adecuada. Aunque pondría a prueba nuestros recursos el luchar en dos frentes, creo que el Khan seguirá metiéndose en nuestras tierras hasta que haya conseguido lo que quiere. Debemos detenerle ahora o alimentar su codicia.”

“¿Alguien tiene algún comentario más?” Dijo Otemi, mirando alrededor de la mesa.

Kobi aclaró su garganta. “Aunque el avance Unicornio por nuestras tierras apenas era legal, no creo que fuese un acto de agresión. Creo que hay algo más aquí, mi señor.”

Otemi estudió los mapas durante un largo momento antes de hablar. “Al final, el origen de este conflicto no tiene importancia. El Khan no está satisfecho, y lo volverá a intentar. Sin duda lo intentará de una forma más concentrada, cuando crea que no estamos preparados. Debemos mover más tropas a la frontera Unicornio, para estar preparados para un ataque así.”

Yoshino se levantó de su asiento. “Otemi-sama, por favor permitidme el honor de dirigir las defensas.”

Otemi miró a Yoshino y asintió. “Que así sea. He ordenado a Shigetoshi que asuma el mando del frente norte para que podamos retirar las fuerzas Matsu e Ikoma para reforzar nuestra frontera oeste. Pondré unidades bajo tu mando. Kobi-san, coge tu unidad y únete a Shigetoshi. Relevaremos a unas unidades más y las usaremos para defendernos de los Unicornio.”

“Hai, Otemi-sama,” dijo Kobi, levantándose para irse inmediatamente.

Yoshino no pudo evitar sonreír al pensar en la gran fuerza que tendría bajo su mando. Por un momento, Otemi le miró, y podría haber jurado que el Campeón también sonreía.

 

           

Utaku Tama estudió el ejército León mientras estos se reunían en el campo que tenía ante ella. Había allí reunidos quizás unos trescientos soldados. Desde luego que se habían dado cuenta de las fuerzas Unicornio. Eso no era algo sorprendente. Después de todo, este no era un pequeño grupo de veinte sino una multitud de más de doscientos. Los León empezaron a formar, preparándose para enfrentarse a la unidad de Tama.

Una soldado llegó cabalgando hasta ella, y Tama se giró para mirar a la recién llegada. Era una joven exploradora, con bellos pero salvajes rasgos. Tama se rió para si misma. Había dicho que la exploradora era joven, pero Tama aún tenía recientes recuerdos de jugar con sus amigas. Las incontables batallas que Tama había soportado habían conseguido que ella envejeciese más de la edad que tenía.

“Tama-sama, los León se están preparando para moverse sobre nuestra posición. ¿Intentamos correr más que ellos?” Preguntó la exploradora.

Tama agitó la cabeza. “Estos hombres nunca nos darán la oportunidad de terminar nuestra misión. Lucharemos aquí.”

La exploradora asintió. “Si, Tama-sama. Hemos encontrado que el ejército que tenemos enfrente contiene una unidad de Deathseeker, una unidad de Guardianes a caballo, una unidad de piqueros, así como el típico ejército León.”

Tama volvió a mirar hacia el campo. “Que los Tronadores Shinjo hagan que los piqueros salgan de su posición. Nuestros arqueros a caballo se pueden ocupar fácilmente de ellos. Yo lideraré a las Doncellas de Batalla contra los Deathseeker. Los gunso tienen autoridad para ajustar la estrategia en la forma que crean necesaria.”

La exploradora asintió y giró su caballo para comunicar las órdenes. “Espera.” Dijo Tama. “¿Cómo te llamas, chica?”

La exploradora se inclinó. “Me llamo Shinjo Wei, Tama-sama. Este año empecé a servir con el Junghar.”

Tama asintió. “Lo recordaré. Haz que mi ejército se prepare, Wei-san.”

Wei desapareció, y Tama volvió a mirar hacia el enemigo. Sus banderas ondeaban bajo la brisa mientras el ejército lentamente se movía hacia la posición donde estaba ella. El sonido de caballos acercándose la rodeó, y supo que sus hermanas estaban con ella.

“Tomemos a los Deathseeker,” dijo Tama. “Espero que sabréis como reconocerles.”

“Si tantas ganas tienen de encontrar la muerte, se la daremos,” dijo la Doncella de Batalla a la derecha de Tama. Tama se giro y la miró.

“No dejes que Uzuki te nuble la mente,” dijo Tama. Tayoi no respondió.

“Tama-san, los León se acercan,” dijo alguien.

Tama asintió, y espoleó a su caballo para que se moviese. “¡Vamos, hermanas!”

El ejército Unicornio se puso en movimiento. Las descargas iniciales de los arqueros a caballo y de los arqueros León salpicaron el aire. Las Doncellas de Batalla rugieron y se prepararon para atacar a los Deathseeker. Al acercarse a sus objetivos, levantaron sus lanzas y desenvainaron sus espadas. Tama desenvainó sus dos espadas y se preparó para el ataque. Aunque había entrenado con las Doncellas de Batalla, había aprendido unas cuantas técnicas de alumnos del fiero estilo de lucha Moto. El propio Khan la había dado sus cimitarras, y en batalla las usaba como una extensión de su cuerpo.

Varios lanceros ashigaru intentaron detener la carga de las Doncellas de Batalla. Fueron arrollados sin pestañear. Tras los soldados, los Deathseeker estaban preparados para la carga. Tama cabalgó a través del grupo de Deathseekers y atacó a enemigos que tenía a ambos lados. Los Deathseeker eran peligrosos pero llevaban poca armadura; las bien hechas cimitarras de Tama atravesaron sus pieles sin resistencia alguna.

De repente, la espada que tenía en su mano izquierda se enganchó en la armadura de un Deathseeker. Dio un tirón a su mano y salió volando de ella por la fuerza de su carga. Ella miró hacia atrás y vio al samurai intentando arrancar la cimitarra de su cuerpo. Tama detuvo su caballo y en un rápido movimiento saltó de el y se metió en la batalla. El Deathseeker se sacó la cimitarra y la dejó caer al suelo. Se volvió hacia Tama con una fea mueca en su cara. Tama se lanzó al suelo y dio un corte lateral, atravesando las piernas del samurai antes de que este pudiese reaccionar. Mientras caía al suelo, gritando de dolor, Tama le cortó el cuello casi como si le hubiese ocurrido en el último momento.

Tama recuperó su espada y miró a su alrededor. Sus Doncellas de Batalla habían acabado con los Deathseekers, y solo habían sufrido heridas en vez de muertes. Miró rápidamente al campo de batalla, y vio la bandera del chui del pequeño ejército. Tama rompió a correr, y saltó sobre su caballo tan rápido como pudo. Las Doncellas de Batalla vieron hacia donde se dirigía y cargaron junto a ella mientras Tama se acercaba al líder.

El líder era un hombre impresionantemente grande, blandiendo su no-dachi con ambas manos. Sus guardaespaldas y él estaban manchados de sangre mientras intentaban repeler el asalto Unicornio. Tama se puso sobre la parte superior de su silla de montar y volvió a saltar al medio de la formación. El movimiento sorprendió a los León el tiempo suficiente como para abrir una debilidad en su defensa. Los guardaespaldas cayeron al instante, matados por los golpes e las vigilantes Doncellas de Batalla.

Tama y el chui se miraron fijamente. El chui escupió al suelo y de un golpe limpió la sangre de su espada. “Me llamo Matsu Sanraku,” gritó, “chui de la Tercera Legión, Segunda Compañía. Tu lacayo Suboto ya ha caído ante mi espada. Tu eres la siguiente, Utaku.”

Tama levantó sus espadas, manteniéndolas preparadas ante ella. No contestó, concentrándose simplemente en la posición del no-dachi de Sanraku. Cuando se movió lo suficiente hacia la izquierda, ella saltó hacia delante y golpeó. Con una espada sacó al no-dachi de su posición defensiva y apuñaló con la otra. Sanraku evitó fácilmente el golpe, y golpeó a Tama con la cresta de su yelmo. Tama dio un corte a la muñeca de Sanraku con su espada derecha, y cuando Sanraku soltó el no-dachi, le pinchó rápidamente con su espada izquierda. Sanraku cayó al suelo, una mancha roja donde había estado su cuello.

Caído su enemigo, Tama miró a su alrededor. Habían ganado. Lo que quedaba del ejército León retrocedía corriendo del campo de batalla. Wei cabalgó hasta las Doncellas de Batalla y saludó. Su brazo izquierdo estaba empapado de rojo sangre, y tenía una herida abierta en la pierna, pero estaba viva.

“¡Tama-sama!” Dijo Wei. “¿Cuáles son vuestras órdenes?”

Tama agitó la cabeza. “Movernos, y recuperarnos. Hemos ganado la batalla. No hay necesidad de alargarla más. ¡Reuniros aquí, y terminaremos la misión del Khan!”

 

           

Yoshino miró hacia dentro del valle cuando el principio del ejército Unicornio empezó a entrar en el.

“Un posicionamiento excelente, Yoshino-san,” dijo su consejero. “¿Cómo anticipasteis a donde irían si destruían la kaisha de Sanraku?”

Yoshino asintió. “Este es el único lugar lógico para que fuesen, si buscaban un paso por nuestras tierras. Solo hubiese deseado que los otros comandantes León hubiesen compartido mi análisis, Hirake-san. Me vendrían bien unos cuantos hombres más.”

Hirake se mesó distraídamente la barba. “¿Por qué buscan los Unicornio atravesar nuestras tierras?”

Yoshino levantó su abanico y empezó a enviar órdenes a la mitad de su ejército que estaba al otro lado de la colina. Los León tenían la ventaja de la altura, ya que el ejército Unicornio se veía forzado a moverse por el valle para llegar a su destino. “Esa es la pregunta inquietante, ¿verdad Hirake-san?”

Las órdenes de Yoshino llegaron al resto de sus hombres, y empezaron a reaccionar ante sus órdenes. Su unidad de Guardianes se movió para bloquear el camino de los Unicornio, mientras que la infantería pesada de Yoshino se movió lentamente para rodearles. El ejército Unicornio empezó a moverse por el valle. Yoshino sonrió, triunfante.

“La comandante Unicornio ha traído a sus heridos con ella,” dijo. “No puede correr, aunque quiera. Tendrá que enfrentarse a nosotros. ¡Me sorprende que no conozca siquiera las bases de los movimientos tácticos! ¿Acaso no han leído Liderazgo?” Su abanico destelló al ajustarse a la nueva información. Una unidad de Infantería de Élite Matsu se movió para ayudar a los Guardianes que bloqueaban el camino. Su unidad de arqueros empezó a soltar flechas desde lejos sobre el ejército Unicornio. El ejército Unicornio se movió lentamente hacia delante, como si no estuviese seguro de que cambiar.

Yoshino vio como los Guardianes y la Infantería de Élite se enfrentaba a la cabecera del ejército Unicornio. Cuando el ejército Unicornio pasó ante la oculta infantería de Yoshino, estos atacaron. De repente, los Unicornio no tenían forma de moverse. Había enemigos por todos lados. Antes de que los Unicornio pudiesen pensar en una contraofensiva efectiva, más hombres de Yoshino entraron en la batalla. Aunque ambos lados tenían un número parejo de hombre, el ejército Unicornio estaba desorientado por la confusión de la batalla.

Los Unicornio se dieron la vuelta y atacaron a las unidades que tenía detrás suyo. Antes de que pudiesen romper el cerco y destruir el plan de Yoshino, un grupo de banderas León aparecieron sobre la cima, en dirección de por donde querían salir los Unicornio. Refuerzos.

Solo un puñado de Unicornios escaparon de la subsiguiente batalla.

 

           

La puerta se abrió y Yoshino entró en el salón del trono de Shiro Akodo. Se quedó sin aliento. Según la tradición, tenía que mirar directamente hacia delante, pero lo que vio por los lados de sus ojos era asombroso. Docenas de hombres y mujeres estaban sentados, marcando el camino hacia el trono. Cortesanos, tácticos, consejeros, generales, y sensei de las escuelas León llenaban la sala. Kitsu Katsuko estaba sentada a la izquierda del trono, sus dorados ojos brillando con insondable sabiduría. Matsu Kenji estaba de pie cerca del trono, su dorada armadura iluminada por la luz. Akodo Shigetoshi e Ikoma Korin estaban sentados a la derecha del trono, sus kimonos con el anagrama de sus familias. Ikoma Otemi estaba de pie ante el trono vestido con su completa armadura ceremonial. Todos le observaban, esperando a que se moviese.

Yoshino parpadeó e intentó sofocar el repentino movimiento de su estómago. Dio un paso hacia delante con tanta confianza como pudo conferir al movimiento, mirando directamente a Ikoma Otemi. El camino a través del salón del trono pareció durar eternamente y acabó en un instante. Al ponerse frente a Otemi, los daimyo de las familias se levantaron y le flanquearon.

Otemi habló en voz baja, pero su voz llegó a todos los que estaban reunidos en la sala. “El legado del León Dorado de Toshi Ranbo perdurará durante muchos años. Nimuro-sama era un parangón del bushido, honorable hasta su muerte. Era un líder que no forzaba a sus seguidores a hacer algo que no podía hacer él mismo. Era el tipo de hombre junto al que cualquiera de nosotros nos hubiésemos sentidos honrados de estar hasta la muerte.”

“He actuado como Campeón del Clan León desde su muerte, hasta que surgiese otro que asumiese el lugar que él dejó vacío. Hemos esperado a que Yoshino mostrase ser el hijo de su padre. Necesitábamos saber si Yoshino podría liderar el clan a través de estos tiempos tumultuosos, rotos por la guerra.”

Otemi señaló hacia el trono, y Yoshino ocupó su lugar en el antiguo trono de sus ancestros. El peso del puesto cayó sobre sus hombros, y pudo sentir la presencia de miles de sus honorables ancestros mirando cada movimiento suyo. Se resolución se reafirmó. ¿Cómo podría fallar a todos los que habían confiado tanto en él?

“Matsu Yoshino-sama, os habéis ganado la espada de vuestro padre con vuestras acciones. ¡Tomar vuestro legítimo lugar como Campeón del Clan León, y forjar una nueva leyenda que rivalice con la de vuestro padre!”

Otemi se arrodilló ante el nuevo Campeón del Clan León y le ofreció Shinrai, la katana que siempre había estado junto a él. Yoshino sostuvo en ambas manos la Espada Celestial del León mientras Otemi recitaba el juramento que le ataba como leal servidor del nuevo Campeón. Uno a uno, los daimyo de las familias se pusieron ante Yoshino y le ofrecieron su lealtad al nuevo Campeón.

El último de los juramentos se desvaneció de la sala. Cada samurai en la sala se arrodilló ante Yoshino y luego se puso en pie. Sus voces combinadas hicieron temblar los cielos.

“¡Utz, banzai!”

 

           

La puerta se abrió y Utaku Tama entró en el salón del trono de Shiro Moto. Para alivio suyo, solo había dos personas en la sala para dar fé de su deshonra. Cruzó la sala y cayó de rodillas frente al trono. Sintió los ojos de los presentes mirarla fijamente. Se inclinó hasta el suelo.

“Os he fracasado, Khan,” dijo Tama.

“Tanta humildad,” musitó Chagatai. “En ti es un cambio interesante. No estoy seguro de que quiera templada mi espada salvaje.”

La cara de Tama enrojeció. “Nunca antes había tenido razón alguna para ello, mi señor.”

Chagatai movió la mano y se apoyó en el brazo de su trono. “No te echo la culpa por factores que están más allá de tu control. Los León se movieron, más rápido de lo que yo esperaba. Algo debe hacerse con el cachorro. Quizás sea el momento para volvernos impredecibles.”

Tama se levantó de donde estaba. “No os volveré a decepcionar, Chagatai-sama.”

Los ojos de Chagatai se clavaron en los de Tama. “Ningún general gana todas las batallas, Tama-san. Aprende de tus errores y prepárate para saltar a la lucha cuando te lo pida. No me sirve un arma que vacila ante su deber debido a fracasos imaginados.”

Chagatai se giró hacia el consejero que tenía a su lado, un hombre delgado envuelto en pieles moradas. “Tang-san, ¿se han cumplido mis órdenes?”

Ide Tang asintió. “Si, Chagatai-sama. Hemos creado reserves de arroz en Shiro Ide. Sospecho que acabaremos en este mes.”

“Bien,” contestó Chagatai. “Asegúrate de que nuestras provisiones permanecen repletas durante los próximos meses.”

Tang se inclinó. “Así será, Khan.”

Chagatai sonrió sombríamente. “Tenemos por delante un largo invierno, y no sería bueno que nos cogiesen sin estar preparados.”