La Puerta del Olvido

GenCon 2000

 

por Ree Soesbee

Traducción de Hitomi Sendatsu



Durante dos días, la batalla había rugido: La Sombra detrás de las puertas en ruinas de Volturnum, y los ejércitos del Imperio. La muerte empapa los campos de la antigua ciudad, y los Goju luchan sobre murallas antiguas, pugnando por darle tiempo a la Sombra para destruir Rokugan.

Y ya ha comenzado el trabajo.

En el pequeño campamento fuera de las puertas de la ciudad, los hombres luchan por recordar por qué luchan. Ya, ciudades al completo han comenzado a borrar sus recuerdos, y las facetas de sus familias parecen vacías e indistintas. “Soy... Matsu,” susurra un hombre, leyendo la palabra en su lanza. “Soy un León.”

No tiene significado para él.

Juntos, el Escorpión lucha con la Grulla, olvidando antiguas rivalidades para tener la fuerza para derrotar a la horda Goju. “¿Hay otra forma de entrar en la ciudad?” gritó Kuwanan, su espada pasando a través de uno de los aparecidos de la noche cuyas garras corren con sangre Escorpión.

“Otra forma, si,” siseó Aramoro, considerando. “Pero no para ti. Yo iré.”

“¿Por qué?” dijo el campeón de la Grulla. “¿Piensas que los Grulla no están dispuestos a dar sus vidas por el Imperio?”

Aramoro miró a Kuwanan un largo rato antes de hablar. “Tienes algo por lo que vivir, Grulla. No lo desperdicies, simplemente porque puedas.”

“¿Y tú?” preguntó el Doji.

“Yo tengo algo por lo que morir, Grulla.” gruñó el Escorpión. “Es todo lo que necesitas saber.”

Cuando el Escorpión apareció en la parte trasera de las filas Goju, su ataque fue rápido e inesperado. Cortando hueso y carne sin caras con espadas de cristal, y desde los ejércitos de delante Kuwanan les vio resistir en la Puerta del Olvido. Las llamas más allá de la puerta oscurecieron su vista pero cuando la sombra se apartó, vio al daimyo del Escorpión caer de rodillas, y después al suelo en un charco de sangre. Entonces, Kuwanan no pudo ver más.

Vio a sus propios guardias Daidoji volverse hacia él, sus espadas levantadas y sus caras tan lisas como la concha de un huevo. En silencio, les mató, rezando a las Fortunas por sus almas. El terror golpeó el alma del Campeón al verles caer, malditos, ante la hoja ancestral de su clan. Esos hombres habían servido con él durante años, les había dado honor, visto nacer a sus hijos, sentido cada una de sus heridas como si hubiera sido suya.

Ahora ni siquiera podía recordar sus caras.

A lo largo del campo de batalla Shiba Tsukune fue forzada a destruir a su propio yojimbo, matándolo antes de que el shinobi que poseía su alma pudiera destruirla.

Shinjo Shono arrolló a un bushi, los cascos de hierro de su montura haciendo papilla los huesos del hombre. Intentó recordar quién llevaba el verde y oro que decoraban los estandartes del samurai sin cara, pero estaba vacío de significado. Sólo que la cara del hombre estuviera lisa y vacía y su risa enferma y hueca - sólo eso significaba algo para Shono. Significaba ‘enemigo.’