Secuelas, Parte 1

 

por Shawn Carman

Editado por Fred Wan

Traducción de Kanuto Maori

 

 

Hida Benjiro entró en la tienda con el comportamiento de un hombre que había estado hace tanto tiempo más allá de exhausto que ya no podía recordar lo que significaba. Asintió mudamente a su hermana, Hida Reiha, que esperaban dentro, y entonces se dejó caer sobre una mesa baja y rotó su cabeza con un lento círculo, escuchando los estallidos de sus huesos mientras lo hacía. La tienda estuvo en silencio durante varios tensos momentos mientras Benjiro elegía ignorar el obvio estado de agitación en el que Reiha estaba chispeando. Finalmente, ella aparentemente alcanzó su límite. “¿Incluso no te inclinas a tu campeón ahora?”

“Podría levantarme para inclinarme, si lo deseas,” dijo Benjiro. “Sin embargo, una advertencia razonable, si me agacho demasiado lo más probable es que me la pegue con el suelo con mi cara dormida. Pensé que podía ser un poco embarazoso.”

“¡Estate en silencio!” Reiha ladró. “Siempre fuiste insolente, incluso cuando éramos críos.”

“Podrías ordenarme cometer seppuku,” añadió. “Francamente estaría aliviado. Podría tomarme un descanso.”

“¿Cómo puedes tan sólo estar ahí sentado?” explotó. “¿Cómo puedes pretender que nada ha sucedido? ¡Oí sobre el edicto de la Emperatriz! ¡Sé lo que ha hecho! ¡Estabas allí cuando ocurrió! ¿Cómo pudiste permitir que algo así sucediera?”

“¿Permitir?” dijo Benjiro incrédulo. “¿Te has vuelto loca?” ¿Cómo podía haberlo parado si hubiera querido?”

“¿Si hubieras querido?” Reiha alzó las manos. “¿Eres un cangrejo o no lo eres? ¿Se espera de nosotros que vivamos con los Arañas entre nosotros ahora?”

“Los Arañas están ordenados para someterse a examen por, entre otros, los cazadores de brujas Kuni,” dijo Benjiro. “Aquellos que no lo hagan serán ejecutados en público. Aquellos que lo hagan y no lo pasen serán mandados fuera del Imperio.” Hizo una pausa por un momento. “Recuerdas al Imperio, ¿verdad? ¿El reino que nos encargaron proteger? Personalmente creo que lanzar a toda la gente manchada fuera de él es una manera espectacular de hacerlo.”

“Hicieron un pacto con la oscuridad,” Reiha insistió.

Lo hicieron, sí,” Benjiro replicó. “Algo respecto a lo que nuestro clan difícilmente puede lanzar piedras, en mi opinión. La diferencia aquí está que los resultados de la oferta de la Emperatriz es que ahora perdemos todos los Arañas manchados de todo el Imperio, y que nuestros valientes guerreros del Muro pueden preocuparse sobre la muerte, pero no sobre la destrucción de sus almas.”

“¿Cuántos Arañas quedan? Reiha preguntó. “Sé que tienes idea.”

Benjiro se encogió de hombros. “La inteligencia de nuestros generales han estado estimando que hay numerosas otras fuerzas convergiendo para unirse a los supervivientes aquí. Por lo que sabemos, parece que queda menos de una legión araña que merezca la pena. Y no todos ellos son bushis, también incluyen shugenjas, cortesanos y de ese estilo.”

“¿Menos de una Legión? ¡Podríamos acabar con ellos de una vez por todas!”

Benjiro se encogió de hombros otra vez. “Quizá podríamos, pero lo más probable es que se dispersaran, ¿y entonces qué? Tenemos quizás diez mil Arañas escondidos por el Imperio, docenas o cientos de miles incluso en medio de las tierras Escorpión llegaron a ser completamente inhabitables.” Paró y observó a Reiha con franqueza. “¿A ti te suena a buena idea, pequeña hermana? Porque francamente suena como una extinción potencial del Clan Cangrejo, en la práctica. Pero entonces soy como un pesimista, ¿no?”

Reiha sacudía su cabeza. “Esto se siente… mal.”

Benjiro suspiró. “Lo qué se sentiría peor, si me preguntas, es permitir que el Imperio esté herido más allá de su habilidad para curarse cuando el curso de otra acción que preserva nuestra manera de vivir está disponible.” Subió la vista hacia ella. “Tú has estado en `presencia de la Emperatriz. Sabes cómo es. Cuando la Voz pronuncia sus edictos… tienen perfecto sentido. Es simplemente una cuestión de perspectiva.”

“Había muchas más personas que no estaban allí cuando los edictos fueron pronunciados de las que estaban,” Reiha observó oscuramente.

         

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Hiruma Akio se sentó en la tienda pequeña, entumecida ante el mundo, y aguardó lo que vendría después. Su cabeza todavía le dolía terriblemente, y sentía periódicas olas de náuseas que fuertemente indicaban que su herida era más severa de lo que pensaba. La noción de que podía morir en cualquier momento, sin embargo, tendía a poner ciertas cosas en perspectiva.

Todo lo que la había sucedido en el templo escorpión parecía un sueño. Apenas podía creer cualquier cosa que en realidad había ocurrido. El único sentimiento que podía mostrar, la única cosa que sentía absolutamente e incuestionablemente real para ella, era enfado. Enfado consigo misma por seguir a los otros en primer lugar cuando nunca había confiado verdaderamente en ellos, y rabia abrumadora en los otros por permitirse ser tan burdamente manipulados por el mayor enemigo del Imperio.

La tienda se abrió de repente y un hombre ancho con ojos fieros entró, sus sacerdotales ropas manchadas con el polvo del viaje. “¿Eres Hiruma Akio?” preguntó.

Akio parpadeó en choque. “Kuni Daigo-sama,” dijo sin aliento. Se levantó enseguida, balanceándose ligeramente, y comenzó a inclinarse.

“Siéntate,” Daigo ordenó. “Me han contado que la herida de tu cabeza no es insignificante. ¿Aceptarás mi bendición?”

Akio le observó parpadeando. “Yo… eh… sí, mi señor.”

Sin ninguna otra palabra, Daigo colocó su palma contra la frente de Akio, una acción que causó una alarmante forma de ola de dolor que recorría su cabeza, pero inmediatamente fue negada por la extrañamente sensación cálida que recorría la mano de Daigo. Cuando la apartó, el dolor se había ido completamente. “Gracias, mi señor.”

“He oído lo que sucedió en el templo”, el campeón de jade dijo francamente. “Si estuviera en mi mano, tendría a todos aquellos involucrados excepto tú para ser ejecutados en el acto. Tristemente dudo que su destino me sea dejado, pero con el tuyo al menos puedo emplear algún grado de influencia.” La miró con una expresión punzante. “Confío en que aún no te has saciado tu deseo de castigar a los impuros.”

“No, mi señor,” dijo instantáneamente. “Nunca.”

“Muy bien entonces.” Daigo la ofreció un pequeño emblema que llevaba un sello de jade. Bienvenida a la Legión de Jade, Hiruma Akio. Tenemos un montón de demonios gaijin sueltos. Confío que no necesitas descansar de inmediato.”

Ella se puso en pie de repente y agarró el arma con fuerza. “Nunca descansaré mientras haya oscuridad den el Imperio, mi señor.”

Por primera vez, Daigo sonrió ligeramente. “Muy bien entonces. Ven conmigo.”

          

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La señora de los Grulla, Doji Domotai, acarició dulcemente la cara de su hijo y besó su frente ante de dejárselo a un sirviente. “Llévalo a su siesta de la tarde, por favor,” dijo tranquilamente, sonriendo en el rostro dormido de su único heredero. Una vez los dos habían dejado la cámara, un cambio instantáneo vino sobre ella; su expresión se volvió severa y sus cejas se arrugaron. “”Hay días de dificultad para nosotros por venir.”

Los otros reunidos en la cámara asintieron en silencio. Asahina Beniha cruzó las manos dentro de sus mangas. “¿qué debería ser tratado primero, mi señora?”

“Creo que el asunto más importante es nuestra exclusión de la Emperatriz de su domicilio en lo concerniente a cómo los clanes responderán a la conclusión de esta guerra,” dijo Domotai. “Da la impresión de que somos débiles.”

“La difícil verdad es que estamos algo debilitados en ese aspecto, mi amor,” Doji Kusari observó. “La rápida sucesión de conflictos habrían dejado a toda costa nuestras filas en un estado de agotamiento, y sin tener en cuenta los efectos devastadores de la plaga y sus secuelas.”

“Sabes tan bien como yo que hay demasiados que explotarían esta oportunidad,” corrigió Domotai. “No veré a nuestro clan disminuido por pequeños oportunistas.” Dijo con una mueca. “Sólo deseo que la Emperatriz hubiera dicho algo. Cualquier cosa en realmente.”

“Ella estaba ahorrándonos la desgracia del fallo,” Kusari dijo tranquilamente. “¿Qué podría habernos dado ella para hacer que pudiéramos haber completado con los recursos que tenemos en este momento?”

“Cualquier grulla leal y honorable arriesgaría con alegría su bienestar por el beneficio del clan,” la Campeona le recordó. “”Esperaría de aquellos de nosotros en esta habitación que se lo recordaran a todos los demás.”

“¿Qué propones Domotai-sama?” Beniha preguntó. “No podemos cambiar lo que ha sido hecho. Sólo podemos movernos hacia delante. Supongo que tienes un plan para hacer algo.

“Estás en lo cierto sobre no poder cambiar lo sucedido,” dijo Domotai. “Si no podemos recordar a la Emperatriz nuestro valor directamente, entonces lo haremos indirectamente.”

Kusari frunció el ceño. “¿Qué quieres decir?”

“Hay muchos en el Imperio que nunca han visto y ciertamente nunca han oído a la Emperatriz,” explicó. “Para muchos de ellos, aceptar estos edictos puede resultar… difícil. Dadas los relativamente recientes asuntos de conspiraciones como los Gozoku, debemos asegurarnos que tales problemas no vuelven. La Grulla estará en primer plano entre aquellos que defienden la sabiduría de la Emperatriz, y con ello recordaremos a cada uno los lazos entre los Grulla y la Hija del Cielo.”

Kusari miró a Beniha, que asentía lentamente. “Suena a plan,” él admitió. “¿Qué consideración daremos a los Otomo? Ellos estarán ciertamente intentando una táctica similar para su propio beneficio.”

Domotai obvió el comentario. “pondré en palabras lo que cada Campeón Grulla ha sabido durante siglos en su corazón: los Otomo no tienen relevancia. Son superfluos y arrogantes sin medida. Pueden probar un asunto en cortes más altas, pero tenemos suficientes talentos individuales acostumbrados a operar en ese nivel, que tendremos poca dificultad, creo. Las cortes menores tendrán falta de representación Otomo debido a sus limitados números y allí podemos ganar una gran cantidad de terreno rápidamente.”

Kusari aclaró su garganta incómodamente. “¿Deberíamos parar a considerar el impacto de los edictos en sí? Son… significantes. ¿Cuál es nuestra reacción?”

La Campeona Grulla extendió las manos. “¿Cuál es el problema? La Emperatriz ha proclamado sus edictos. El problema está concluido. Podemos confiar en la Divina y prosperar o podemos agravar nuestras dificultades por objetar y caer completamente en la oscuridad, para nunca recuperarnos. Hizo una pausa para causar efecto. “Yo sé cuál elijo.”

         

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“¿Encuentras algo de esto… inusual?”

Kakita Hideo miró de reojo la exquisita forma de Doji Ayano caminando a su lado. “Después de todo lo que hemos visto en los pasados dos años, ¿qué crees que podría ser inusual en esto?” Se refirió al jardín a su alrededor. “Esto es tan normal como podría racionalmente esperar en este momento de nuestras vidas.”

“No esto,” dijo Ayano, obviando los alrededores. “El hecho de que nadie nos ha censurado por… por todo.”

“¿Quién tiene la autoridad para algo como eso?” Preguntó Hideo encogiéndose de hombros. “Nos citamos con la Emperatriz y estuvimos actuando con su autoridad. Incluso si la Señora Domotai estuviera tan inclinada a prestar atención a tan menor molestia como nosotros, ¿por qué debería ella arriesgar su capital política por censurarnos cuando es posible que hayamos actuado en la directriz de la Emperatriz? Para ser francos, será más simple simplemente (sí, así escribe coche-hombre: simpler to simply) pasarnos por alto y dejarnos caer en la oscuridad.”

“Qué reconfortante,” Ayano dijo oscuramente. “Yo particularmente no deseo caer en la oscuridad.”

“Veo pocas alternativas,” dijo Hideo. “Estamos manchados. Aquellos que saben qué pasó tienen demasiadas preguntas para estar cómodos con los eventos del templo, y están generalmente en tan alto estatus que pueden asegurar que no estamos en posición de poner en peligro la posición del clan en el futuro.”

“Y aquellos que están equivocados cobre los eventos reales,” Ayano estuvo de acuerdo, “no podemos ser castigados por miedo a expandir nuestra desgracia. “Suspiró pesadamente. “Es desafortunado, realmente. Disfrutaba de la Corte tremendamente.”

Hideo se encogió de hombros. “La mayoría nunca la ve en absoluto. Estate agradecida por tener tu tiempo en el sol antes de que fuéramos arrojados a las regiones exteriores. Y por mí, personalmente no tengo más estómago para la compañía de otros, creo.”

Ayano le miró con obvia preocupación. ¿Qué significa eso? ¿Qué pretendes hacer?”

Hideo no dijo nada.