Secuelas, Parte 2

 

por Shawn Carman

Editado por Fred Wan

Traducción de Mori Saiseki

 

 

Shiba Tsukimi entró en la sala de piedra donde se reunía el Concilio de los Maestros Elementales, en las catacumbas de Kyuden Isawa. Ella siempre encontraba que la sala estaba algo helada y muy húmeda, pero suponía que esa era la naturaleza de un lugar tan abarrotada por los elementos. “Pido perdón por mi retraso,” dijo cordialmente. “Había asuntos importantes que necesitaban de mi directa atención.”

“Aunque ciertamente no tengo problemas para perdonar una indiscreción tan menor,” dijo Isawa Emori, mostrando una sonrisa a Tsukimi, “debéis admitir, que es poco convencional que el Campeón haga esperar al Concilio Elemental.”

Tsukimi tomó asiento y miró al Maestro de la Tierra con paciencia. “Me estaba reuniendo con los oficiales que protegerán las delegaciones Fénix que irán al sur. Podéis entender porque la selección de esos hombres es una tarea importante. Es de la mayor importancia que los acólitos que habéis elegido estén bien protegidos mientras intentan deshacer el daño que los Destructores le hicieron al Imperio. ¿No estáis de acuerdo?”

Asako Bairei la sonrió amablemente. Tsukimi siempre había considerado esa expresión como paternal. “Estamos enormemente agradecidos, Tsukimi-sama, y agradecemos el tiempo y la atención que habéis puesto por nosotros. Vuestra tardanza está olvidada, obviamente. ¿Procedemos?”

“Por supuesto,” dijo Tsukimi. Ella agradecería acabar cuanto antes esta reunión, pero sospechaba que duraría más de lo que ella había pensado. “Como el Gran Clan al que se le ha asignado la tarea de mantener el dominio sobre los elementos, así como el interpretar la sabiduría del Tao por cuenta de la gente del Imperio, el reciente trastorno teológico que hemos experimentado tendrá efectos de largo alcance que debemos estar preparados para afrontar.”

“Habláis del asunto con tanta simpleza e imparcialidad,” observó Isawa Kimi. La Maestra del Vacío miró cuidadosamente a Tsukimi. “¿Es más simple para vos tratar esta carga haciéndolo así?”

“Si,” dijo simplemente Tsukimi. Ella sabía que no debía esconder cosas a Kimi. “Es… mucho para soportar de una sola vez.”

“Es un desastre de proporciones apocalípticas,” insistió Isawa Mitsuko. La Maestra del Aire estaba claramente furiosa, y parecía ser la razón por la cual la sala estaba más fría de lo normal. “Lo que ha ocurrido ha sido un error de una magnitud inimaginable. Es horrendo. No…”

“…no puede deshacerse,” dijo Tsukimi. “Lo sabemos. Lo que ha ocurrido ha ocurrido, y debemos ocuparnos de lo que queda. Nuestra reunion será mucho más productiva si lo aceptamos desde un principio.”

“¡No puedo soportar tal estupidez!” Casi gritó Mitsuko. “He luchado durante toda mi vida contra la corrupción y la debilidad, ¿y ahora la Emperatriz perdona a los hombres y mujeres más malignos de toda la creación? ¿Cómo es eso algo que sea simplemente aceptado?”

“Soy la Campeona,” dijo en voz baja Tsukimi. “No toleraré traición alguna dentro del Fénix. ¿Es eso lo que propugnáis, Maestra Mitsuko? ¿Traición a la Divina Emperatriz?”

Mitsuko miró fijamente a Tsukimi y mantuvo la mirada al menos un minuto antes de apartarla. “No,” finalmente admitió. “No, no quiero traiciones entre nuestras filas. Sería una mala excusa de inquisidora si albergase esa idea.”

“Me alegra mucho escuchar eso,” dijo sinceramente Tsukimi. “Entonces creo que todos podemos estar de acuerdo que necesitamos comprender lo que ha ocurrido, y luego podremos decidir como mejor puede servir el Fénix la voluntad del Cielo en esta nueva situación. ¿Alguien no está de acuerdo?”

“Creo que nadie estará en desacuerdo,” dijo Bairei, sonriendo aún.

“Gracias, Master Bairei,” contestó ella. “¿Podéis explicar lo que ahora mismo sabemos de la situación?”

Bairei asintió y metió las manos en sus mangas. “Toda la información que tenemos a nuestra disposición en estos momentos sale de los informes de primera mano de Shiba Danjuro sobre el incidente en tierras Escorpión, así como la corroboración de los shugenja que estaban presentes. El muy detallado informe de Danjuro-san confirma exactamente lo que pudieron decirnos los shugenja, basándose en su comunión con los kami en el momento del incidente.”

“¿Podemos depender del testimonio de los shugenja en cuestión?” Preguntó deliberadamente Mitsuko.

Bairei señaló un pergamino que había sobre la mesa. “Tengo una lista completa de los nombres así como de sus antecedentes. Creo que encontrarás que el grupo en su conjunto se merece una gran confianza por nuestra parte.”

“Confío en tu valoración,” dijo Mitsuko. “Continúa, por favor.”

“Lo que sabemos seguro es que Kali-ma mató a Fu Leng, y que esta a su vez fue matada por Daigotsu,” continuó Bairei. “Lo que no podemos confirmar en estos momentos es si Daigotsu ha ascendido para asumir el control absoluto sobre el Reino del Mal.” Aquí señaló otro pergamino, uno que estaba abierto y que mostraba varias esferas en una extraña pero equilibrada disposición. “Sabemos que los reinos más lejanos, específicamente Tengoku y Jigoku, tienen una voluntad o consciencia propia. La idea de que un mortal pueda vencer esta consciencia y reemplazarla… bueno, como poco es bastante inquietante. Pero francamente, simplemente no sabemos lo suficiente sobre la situación para determinar su veracidad.”

“¿Cómo podemos obtener más información sobre el asunto?” Preguntó Emori.

“Por una vez, confesaré que estoy absolutamente desinteresado en obtener más información sobre este asunto,” dijo Bairei. “Esencialmente es como intentar comprender la naturaleza del mal, y no tengo ningún interés en ello.” Se encogió un poco de hombros. “Si asumimos que se cumplirá el acuerdo con la Emperatriz, incluso se podría postular que hacer una cosa así podría constituir una predisposición a abrazar la Mancha.”

“¿Qué hay de las Fortunas Oscuras?” Preguntó Isawa Ochiai, rompiendo su acostumbrado silencio. “¿Qué ramificaciones podemos esperarnos como resultado de su existencia, suponiendo que existen realmente?”

“Creo que si,” contestó Bairei. “El testimonio de los shugenja presentes es muy parecido a los informes que tenemos en los archivos históricos de los shugenja que estuvieron en presencia de los recientemente fallecidos cuando por decreto Imperial se les elevó a Fortunas.”

“Entonces mantengamos esa suposición,” dijo Ochiai.

“Entonces con esa suposición, hay que asumir también que serán capaces de los mismos logros que las Fortunas tradicionales. Podrán escuchar oraciones y actuar sobre ellas, maldecirán y otorgarán bendiciones.” Emori pareció muy disgustado por  ese concepto. “Lo único que no podemos saber es lo activos que serán. Si son muy activos en el reino mortal, entonces la idea del equilibrio indica que las Fortunas tradicionales también lo serán.” Agitó la cabeza. “Honestamente, no tenemos ni idea como se desarrollará esto.”

“Siento informar que hay más noticias desagradables,” dijo Tsukimi. “Recibimos esta mañana un pergamino por mensajero. Era…” se calló e incluso se rió ante la temeridad del pergamino. “El autor era un miembro de la familia Daigotsu que identificó el pergamino como cortesía hacia los Fénix. Dice que, con la kármica muerte de Akuma, señor de los oni, tras la muerte terrenal de Daigotsu, el alma de Isawa Akuma  ha ascendido a la posición de Fortuna Oscura del Poder.” Puso una mueca. “Tengo el pergamino por si alguno quiere verlo.”

“Quiero verlo destruido,” dijo oscuramente Mitsuko. “¿Tiene eso algún sentido?”

“Parece que tenemos al menos una comprensión marginal de la situación,” interrumpió Ochiai. “De poco más podemos estar seguros sin más investigaciones, y creo que todos estaremos de acuerdo que algo así sería extremadamente peligroso. Creo que la acción adecuada en este caso sería pedir a la Emperatriz el que Mitsuko y sus inquisidores pudiesen adquirir información entrevistando a miembros del Clan Araña.”

“Si,” dijo vehementemente Mitsuko.

“Lo siento, Mitsuko-san,” interrumpió Emori, “pero creo que debemos tener muy claro que nuestro mandato es entrevistar, no interrogar.”

“Es obvio que el contexto será un problema,” insistió la Maestra del Aire.

“No nos arriesgaremos a sufrir la ira de la Emperatriz,” dijo con firmeza Ochiai. “Yo confió en que Mitsuko-san ejercite la moderación necesaria, y creo que no hace falta decir nada más del asunto. ¿Estamos de acuerdo?” No viendo disensión, la Maestra del Fuego pareció armarse de valor. “Hay un último asunto que debemos tratar sobre este incidente antes de que nos podamos ocupar de nuestras investigaciones individuales.” Miró a Tsukimi. “Campeona, ¿se han tomado las disposiciones necesarias?”

“Por supuesto,” dijo de inmediato Tsukimi. “¿Estamos preparados?”

“Lo estamos.”

“Muy bien.” Tsukimi goleó con los nudillos en la mesa de piedra, y se abrió la puerta de la sala. Asintió a los guardias, que desaparecieron solo para regresar unos momentos después con una tercera persona, que fue empujado dentro de la sala y depositado sobre la mesa. “Necesitas comprender la gravedad de lo que está ocurriendo aquí,” dijo Tsukimi. “Tu testimonio hoy sobre todo lo que llevó al incidente en las tierras Escorpión será capital en la determinación de tu destino. ¿Lo entiendes?”

“Si,” dijo Isawa Kyoko en voz baja.

“Entonces empecemos.”

           

 

           

Yoritomo Naizen se bajó con cuidado de su caballo, poniendo un gesto de dolor ante el agarrotamiento de sus piernas y de su espalda. Nunca le había gustado montar a caballo, y de hecho nunca había encontrado una forma de viajar por tierra que le gustase. Despreciaba el tedio de ese tipo de viaje y ansiaba el mar abierto. Pero sus deseos personales ya no eran una cuestión importante; estos días había asuntos más importantes.

Kyuden Ashinagabachi estaba intacto y casi no había sufrido daños excepto por una pequeñas heridas aquí y allí, claramente hechas por los pocos ataques a distancia que habían conseguido hacer los Destructores. La aldea que rodeaba al castillo había sufrido mucho más, con todo su barrio más externo casi en ruinas, el resto habiendo sido protegido por una repentina muralla de tierra y piedra. Sin decir nada del daño colateral que era inherente a tener miles de soldados adicionales dentro de la aldea durante las semanas que duró el asedio. No, esta área estaba necesitada de una clara ayuda, y como una de las posesiones más importantes en el continente que poseía el Clan Mantis, solo era justo que el Campeón de Clan estuviese allí para investigar el asunto. Por mucho que despreciase viajar. “Tsuruchi Fusako,” pidió en voz alta.

“Aquí, mi señor.” Una joven apareció cerca, claramente exhausta y aparentemente inquieta. “Acabo de oír decir que llegabais. Mis disculpas.”

“No son necesarias,” dijo Naizen. “¿Cuál es el estado actual de la situación aquí?”

“El castillo no se ha visto comprometido, y las fuerzas de defensa están a algo más del setenta y cinco por ciento,” contestó ella de inmediato. “Con el resto de los defensores habiéndose marchado, hemos podido abandonar el racionamiento, pero tendrá que ser reinstalado si no podemos obtener más suministros en un futuro cercano.” Dudó un momento. “El destacamento de mi hermano sigue sin aparecer.”

“Ah,” dijo Naizen. “Si. Sobre eso. Me reuní con un destacamento de recuperación Imperial viniendo hacia aquí. Habían descubierto un grupo de Mantis que había sido destruido por una fuerza de Destructores mientras intentaba llegar al castillo. No había indicación alguna de que hubiese habido supervivientes.” Dudó. “Lo siento, pero no creo que existan muchas posibilidades de que tu hermano haya sobrevivido.”

Fusako bajó la cabeza. “Me lo temía.”

“Es una pérdida tremenda para el clan. Tu hermano era un noble guerrero.” Naizen se sentía algo incómodo hablando de esas cosas, pero con suerte ella no se daría cuenta. “En cualquier caso, tu asumirás su puesto, naturalmente.”

Fusako levantó la vista, sorprendida. “¿Mi señor?”

“Tu liderazgo durante la defensa del castillo indica claramente que eres digna del puesto. Awako habló muy bien de tu actuación.”

“La Dama Awako es demasiado amable,” protestó Fusako. “Fue decisiva en poder detenerles.”

“Por supuesto,” contestó Naizen. “Es una excepcional vasalla. No esperaba menos.” Se detuvo y miró a su alrededor. “¿Hubo algún Araña implicado en la defensa?”

“Si, creo que hubo algunos entre los defensores,” dijo Fusako.

“¿Hay alguno ahora aquí?”

“No, mi señor.”

Naizen pensó distraídamente durante un momento. “¿Cuál es tu opinión sobre el asunto de los Araña?”

“La verdad es que no tengo,” admitió Fusako. “He estado preocupada por la ausencia de mi hermano. En el gran esquema de las cosas… supongo que importa muy poco a los Tsuruchi. Si ya no son criminales, no tendremos que perseguirles más.”

“El asunto es significativamente más complejo que eso, que creo que sabes,” dijo Naizen. “En cierto momento nos aliamos con los Araña, y acabaron traicionándonos. La posibilidad que hagan algo parecido, pero a todo el Imperio, es inaceptable.”

“Por supuesto, mi señor. ¿Cómo pueden ayudar los Tsuruchi?”

Naizen sonrió. “Creo que harás bien de daimyo. Si la gente de aquí fueron, al menos parcialmente, defendidos por los Araña durante este asedio, entonces es razonable suponer que habrá muchos de ellos que se sientan predispuestos hacia ellos. Deseo ofrecer a los Araña no-corruptos la oportunidad de construir un monasterio u otro pequeño edificio en las posesiones Tsuruchi, a la sombra del castillo. Esto afirmará la lealtad de los Mantis y supondrá un ejemplo de como abrazar el decreto de la Emperatriz.”

“Y nos permitirá vigilar a los Araña por si pretenden traicionarnos,” dijo Fusako. “Es una decisión muy razonable, mi señor. Estamos a vuestra disposición.”

“Estupendo,” dijo Naizen. “Ahora, haz que alguien saque a este maldito caballo de mi vista y pongámonos a trabajar para asegurarnos que todo esté listo. Solo espero que los Fénix hayan enviado el mensaje que les pedí.” Frunció el ceño. “En el cercano futuro, Fusako, deberíamos reunirnos con Awako y con nuestros hermanos Kitsune para ver que se puede hacer para coaccionar a los Fénix para que compartan los secretos de ese ritual con nosotros.”

           

 

           

Moshi Kalani volvió a revisar el pergamino, más lentamente, para asegurarse que su contenido era como el lo había leído la primera vez. Miró a Komori. “¿Es esto correcto? ¿Estamos seguros?”

El viejo shugenja se encogió de hombros. “Si, ese es el contenido del mensaje recibido de los Fénix. Supongo que solo enviarían noticias verdaderamente importantes, dados los conocidos costes de este tipo de comunicación.”

Kalani asintió. El ritual permitía comunicarse entre su floreciente colonia y el Imperio en si era extraordinariamente costoso para los que participaban en el. En especial, parecía avejentarles meses o incluso años por cada minuto que transcurría mientras se hacía el ritual. Se había visto forzado a variar los sacerdotes usados para comunicarse cuando se necesitaba enviar mensajes, o estaba convencido que hubiese perdido al menos a un miembro de su expedición por su desgaste. “Si la Destructora ha muerto, seguro que los que la rinden culto lo sabrán.”

“Si son correctas nuestras teorías sobre los continuados sacrificios como forma de ofrecer algún tipo de apoyo a la fuerza invasora del continente, entonces si, seguro que hay algún tipo de vínculo entre ellos. Quizás uno similar a nuestro propio vínculo con el Imperio.” Komori extendió las manos, las palmas hacia arriba. “Creo que es muy posible.”

“La muerte de una diosa seguro que hace que los que la rinden culto estén confundidos,” dijo Kalani, golpeando distraídamente la mesa. “Este puede ser un momento oportuno para atacar.”

“Este Yuna sin duda unificará muy pronto el culto con él a su cabeza,” observó Komori. “El periodo de confusión no durará mucho.”

Kalani asintió. “Convoca a mis oficiales,” dijo. “Es hora de salir de caza.”