Suficiente

 

por Nancy Sauer

 

Traducción de Mori Saiseki

 

 

Hida Kaoru corrió escaleras arriba hasta la parte superior de la Muralla, luchando por seguir el ritmo del resto de su unidad. Había hecho esto miles de veces, en la instrucción, pero ahora era de verdad y su corazón palpitaba como un martillo en una herrería Kaiu. Los veteranos guerreros a su alrededor corrían sin signos de dificultad, unos cuantos de ellos subiendo los escalones de dos en dos. La unidad llegó a la parte superior y se detuvo, esperando órdenes sobre donde desplegarse. Kaoru se concentró en respirar tanto aire como le era posible sin jadear. El sol poniente teñía la inmensa construcción de piedra de un rojo mate, y ella olió los mezclados olores de sudor y aceite de lámparas mientras la Muralla se preparaba para la batalla que pronto llegaría.

La unidad que estaba delante de ellos empezó a correr hacia la izquierda, y la de Kaoru se movió hacia la parte delantera del rellano. Su corazón se había ralentizado, y ahora una hueca frialdad se afianzaba en la boca de su estómago. Ella ya había estado en las Tierras Sombrías, pero esas veces ella solo había sido una alumna, y sus errores solo la dañaban a ella. Ahora ella era una samurai Hida destinada a la Muralla, y sus errores podían matar a miles.

Pensó en todo el tiempo que había estado en la biblioteca del dojo, leyendo y releyendo las historias y comentarios que contenían, en las horas que había estado en la instrucción con armas. Se preguntó si sus preparativos eran suficientes. ¿Era algo suficiente cuando se luchaba contra la Horda? La frialdad creció, enviando tentáculos de temor a sus brazos y piernas.

 

           

 “¡Kaoru!” Ladró su comandante.

Kaoru se enderezó y cambió la forma en que sujetaba su tetsubo. “¡Hai, gunso-sama!” Dijo, intentando parecer confiada.

“No seas estúpida,” dijo. “A los oni no les importa el rango que tienes en el dojo, y a nosotros tampoco.” Como si para remarcar eso, la tarde les llevó un rugido sonoro parecido a un graznido. “Y no te preocupes en demostrarnos lo valiente que eres: estás en la Muralla y esa es toda la demostración que necesitamos. Tu sensei dices que eres buena, pero hasta que te hayas fogueado bien en batalla estás solo un nivel por encima de un pony. Si vives para ver el amanecer, estarás dos niveles por encima. ¿Lo entiendes?”

Kaoru asintió. Ya había oído antes discursos como este, de sus profesores, pero los sonidos de batalla al fondo daban a las palabras una claridad sobrenatural. “No fallaré,” dijo, y se dio cuenta de que lo decía en serio. El frío que sentía en sus huesos empezó a retroceder un poco.

Fuese cual fuese la respuesta que su comandante la iba a dar, se perdió en un agudo silbido. “¡Señal!” Gritó, “¡Desplegaros por la derecha!” Antes de que se pudiesen mover hubo un estruendo contra la torre que tenían detrás de ellos y llovieron planchas de madera y goblins. Kaoru se movió por instinto y golpeó con su tetsubo hacia arriba e hizo un círculo con el, conectando con un goblin que caía con un sonido húmedo. Continuó con el giro de su tetsubo describiendo un suave arco, trasladando el movimiento vertical a uno horizontal, y acabó con dos más cuando intentaban ponerse en pie. Entonces, todo sentido de orden se desintegró para convertirse en una alocada melé de armas, garras y gritos. Cuando acabó, Kaoru miró a su alrededor y descubrió que estaba viva. Dos de sus camaradas yacían entre los cuerpos de los goblin, uno con la garganta abierta a mordiscos, y otro se recostaba contra una pared, sujetándose un brazo ensangrentado.

“¡Desplegaros por la derecha!” Volvió a gritar el gunso, y Kaoru salió corriendo junto al resto de su unidad. Ya se ocuparían de los heridos y muertos el siguiente grupo que subiese, y mientras tanto su unidad tenía órdenes. Corrió con facilidad, al mismo ritmo que los demás y vigilando por si había más goblins. A lo lejos pudo ver algo grande y gris-verde intentando subir a la Muralla, y sonrió severamente. Ella estaba allí, y eso era suficiente.